El atomismo y Hegel
- pablosviajsk
- 13 ene 2021
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La propuesta metafísica de Hegel respecto de la estructura del ser de lo real busca fundarse en hipótesis radicales que niegan toda la construcción metafísica anterior, una construcción que alcanza su sistematización más acabada en la obra de Kant. La metafísica que él se encargó de sistematizar no es más que la metafísica espontánea que se fue construyendo por miles de años de evolución científica y filosófica pero llevada hasta sus últimas consecuencias y límites. La metafísica espontánea se construye en el tiempo sobre las nociones que emergen de las formas dictadas por la conciencia. Es la sistematización de la estructura del pensamiento que los humanos han desarrollado de forma espontánea. Sobre la cual han levantado todo su conocimiento y han ido complejizando con el tiempo, pero que, a nivel ontológico en el orden de las formas más abstractas, han dejado intacta.
La metafísica contra la que debate Hegel es una forma de conciencia que ha permanecido sin tomar consciencia ella misma de su propio contenido. La metafísica espontánea es el fundamento de nuestra reconstrucción de lo real y ha recorrido un largo camino desde su forma primera, en la cual el hombre primitivo se pensaba en una unidad inmediata con el medio que lo rodeaba. Esto engendraba un pensamiento que presuponía la capacidad de influir en el mundo mediante relaciones que sólo pueden ser comprendidas partiendo de una unidad indiferenciada de todos los objetos que forman la realidad, es decir, engendraba las distintas formas de pensamiento mágico. Con el despliegue de las potencias del trabajo humano y de la sociedad esa unidad inmediata con el mundo irá adoptando un creciente distanciamiento de sus partes constituyentes hasta alcanzar en la filosofía europea su máxima expresión: la ontología atomista que busca reconstruir lo real a partir de una sucesión y suma aritmética de partes exteriores entre sí. La apuesta metafísica hegeliana, entonces, es el intento de superar, en una unidad que conserve todo el despliegue anterior, esa unidad primitiva como fundamento de la diversidad.
La metafísica hegeliana niega de plano la idea de que el mundo puede ser concebido como el resultado de una suma de elementos externos. Rechaza la lógica mecanicista de la naturaleza porque concluye que donde hay exterioridad entre las partes hay determinismo ciego, hay arbitrariedad. Todo el trabajo de la metafísica de Hegel se basa en el intento de desarmar este concepto mecánico de lo real al intentar recuperar eso que permanece externo, en tanto resultado de la metafísica espontánea, en una relación especulativa de categorías que construyan un sistema capaz de reproducir el movimiento de lo real en su despliegue. Se busca reconstruir el mundo mediante las categorías que son comunes tanto a la actividad del espíritu como de los entes empíricos a través de las categorías racionales. Se trata de guiar una reconstrucción de lo real mediante categorías de la lógica que guarden un orden de necesidad lógica entre sí, a diferencia de la reconstrucción arbitraria de la metafísica atomista. De ese intento trata la ciencia de la Lógica.
En Hegel el punto de partida no es la materia sino las determinaciones universales que todos los entes empíricos y la actividad del pensamiento comparten en tanto pertenecen a la misma totalidad. La materia es un momento al interior de la actividad de esta totalidad. Para Hegel reconstruir lo real a partir de la materia entendida como una suma de átomos es reducir la realidad a un problema aritmético. Es pensar a la verdad como una comparación extrínseca con nuestras ideas, como un problema de correspondencia que presupone siempre una concepción mecánica de lo real. La idea de que el pensamiento debe ir a la rastra de los objetos “exteriores” lleva necesariamente a la dualidad ontológica contenida en el concepto de correspondencia. El problema con las construcciones metafísicas basadas en el atomismo, en la exterioridad de la materia como principio ontológico, es que se encuentran preñadas del problema de que toda reflexión acerca de los fundamentos de la cosa termina quedando limitada a la forma misma del fundamento. El fundamento del objeto queda reducido a una tautología formal. Termina expresando como esencia de la cosa al contenido que ya se encuentra en la mera forma inmediata en tanto se piensa como dada. Esta determinación puramente reflejada sobre sí misma es lo que se expresa en el principio ontológico de identidad (circularidad lógica entre lo fundado y el fundamento). Para Hegel toda fundamentación formal es tautológica. De esta forma el fundamento queda siempre reducido a lo ya contenido en el fenómeno. La única forma de escapar de la trampa tautológica del principio de identidad se logra buscando el fundamento en un contenido distinto de lo que se intenta explicar. Y en este escape del principio de identidad mediante la búsqueda de un fundamento que se salga del fenómeno que exige ser explicado es que se terminan construyendo los esquemas de causa y efecto como la única relación posible entre dos entes necesariamente extrínsecos. Es importante resaltar que el punto que intenta dejar en claro Hegel es que toda metafísica que posea como punto de partida a la esencia como exterioridad desemboca siempre en el atomismo. No importa que se empiece por el materialismo o el idealismo. Siempre que se presuponga la exterioridad entre la materia y la idea se desembocará en alguna forma de “cosa en si” como fundamento último del conocimiento. Ya sea bajo la forma de resabio último de la materia independiente a las ideas (materialismo) o bajo la forma de la esencia misma última ideal de la materia (idealismo). En definitiva, para Hegel el problema acerca de si existe una realidad objetiva “exterior” al sujeto o no existe es una forma equivocada de plantear la cuestión. No tiene sentido negarlo o afirmarlo ya que lo importante es que está mal planteada la pregunta. La cuestión es encontrar las formas de la conciencia que correspondan al movimiento de lo real entendido como inmanencia unida por un despliegue de formas necesarias. El único camino para actuar de forma objetiva o racional.
El problema de partir de una metafísica atomista es que indefectiblemente se terminará en el pragmatismo, algo que en sí mismo no es malo, ya que las construcciones teóricas del pragmatismo han llevado a enormes desarrollos científicos y teóricos, pero si de lo que se trata es de construir un sistema de pensamiento racional esto no alcanza. No importa si uno adopta la posición materialista o idealista. Desde la primera el carácter extrínseco de la materia se traduce en una búsqueda de la cosa en sí puesta en lo empírico. Como un resabio material último que generaría la total correspondencia entre el cerebro y la materia externa. Empero desde esta posición la cosa en sí nunca termina de corresponder. Uno se acerca a la esencia a partir de un cúmulo de fenómenos. La esencia de la cosa, la completitud fenoménica del objeto, está siempre más allá. Pero lo fenoménico es la variedad empírica cuantitativamente infinita. El intento de expresar la completitud fenoménica necesariamente da como resultado el atomismo bajo la forma de serie numérica, de infinito negativo. La completitud de la serie, la verdad, se encuentra siempre en un más allá. De allí que Engels refiera a la figura matemática de la asíntota para hablar de la correspondencia. Esto devela que el formalismo extrínseco del materialismo es el retorno a la separación sujeto-objeto y el atomismo. Es la astucia de la metafísica cartesiana que se presenta en las categorías formales que usan para construir su razonamiento. En el idealismo, en cambio, la cosa en sí aparece como mero producto del pensamiento llegado al límite de la abstracción, como el producto último de la propia manipulación abstracta del objeto externo. Allí lo que se presenta como lo real al pensamiento no es más que la forma más acabada de su propia producción. De esta forma, el materialismo intenta resolver el problema por medio del formalismo atomista aritmético, mientras que el idealismo al vaciar de sustancia al ser confluye en la negación de la objetividad, ya que al hacerlo deja sólo al lenguaje como forma de la realidad. De allí que el problema de la filosofía termina reducido a precisar el lenguaje. El idealismo termina en la filosofía analítica. Reducir todo a cláusulas mínimas de experiencia. El conocimiento termina reducido al atomismo del lenguaje. Y eso desemboca necesariamente en el pragmatismo metodológico. Un camino que terminan de recorrer la filosofía analítica y el positivismo lógico. Vemos así que tanto el materialismo como el idealismo terminan confluyendo en el pragmatismo experimental del positivismo lógico o el empirismo vulgar. Ambos caminos en la práctica científica terminan abandonando la filosofía para terminar en el laboratorio trabajando con la metafísica espontánea. Ambos llegan por dos lados diferentes al mismo lugar aunque se perciban radicalmente diferentes.
Otro de los problemas fundamentales con la vía que abre la metafísica atomista es que los objetos no tienen una “cosa en sí” que los determine de una vez sino que tiene una infinidad racional de potencialidades que son desplegadas por la actividad misma del pensamiento actuando sobre su conocimiento del objeto. Hay que partir del presupuesto de que el objeto mismo es un producto inacabable y se puede desplegar en sus potencialidades hasta el infinito mismo racional (no el infinito aritmético que se define de forma irracional como pura negatividad). Todo objeto aparece como finito, está determinado, pero la posibilidad de su despliegue es infinita. Similar a lo que ocurre con el traste de una guitarra y sus posibilidades. En este caso vemos que a partir de un finito se puede desplegar de forma infinita material de melodías y secuencias armónicas. No hay posibilidad de reproducir, mediante una suma aritmética y atómica de notas, una imagen que pueda agotar la totalidad de las posibilidades del instrumento. De la misma manera, los objetos tienen determinaciones, límites, pero son infinitos. Es la relación entre la actividad del sujeto que se objetiviza en las determinaciones de la materia y la materia que se subjetiviza para crear un despliegue de un infinito verdadero lo que se da como racional, como real al entendimiento. A partir de la unidad que crea la actividad de ambos términos se despliega el infinito real. En estos términos no existe ningún resabio último ni cosa en sí que permita conocer la “verdadera” guitarra acabada de una vez y para siempre en sus potencialidades, ni en la idea ni en la materia, ni en el objeto ni en el sujeto. Lo real es la cantidad de posibilidades que los sujetos puedan desarrollar a partir de su actividad histórica. Lo que Hegel llama el espíritu. Esta infinita variedad empírica en definitiva no es un problema ya que corre bajo la determinación de la variación cuantitativa, mas no la cualitativa, por lo que es comprensible conceptualmente en tanto idea, es decir, en tanto todo orgánico que exprese la unidad en la multiplicidad. La creencia de que uno no puede saber la totalidad porque la variedad empírica es infinita es una creencia unilateral ya que se comporta como si lo real solo fuese cantidad y no cualidad. Sin embargo uno puede tener infinitas cualidades de la misma forma determinada o infinitas cantidades de algo que tiene una misma cualidad. Cantidad y cualidad indican de qué modo se relaciona el ser con la determinación. Si la relación es inmediata se llama cualidad (el ser y la determinación coinciden plenamente) y si la relación es mediata se llama cantidad. En la relación inmediata al cambiar la determinación también cambia el ser. En la relación mediada cambia la determinación mientras el ser permanece indiferente a ella.

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