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El cooperativismo y el carácter de clase del Estado

  • pablosviajsk
  • 23 feb 2021
  • 5 Min. de lectura

Respecto al carácter de clase del Estado la propuesta de la economía social es bien clara en su respeto al Estado actual. Su crítica se centra en relación a las limitaciones que él tendría respecto a la ‘participación’. Considera que su formato es rescatable, pero con progresivas reformas en el sentido señalado. En este orden propone lo que llama una democracia de base en la cual las redes de pequeños emprendedores tengan una representación importante. En este sentido, el objetivo político no sería la destrucción del Estado basado en la fragmentación productiva y su reemplazo por otro adecuado a otros objetivos históricos, sino su ‘refundación’ desde una democracia participativa. El problema del estado no sería, entonces, su carácter de clase, sino la insuficiencia de canales de participación. En este sentido vemos que para la economía social el Estado es, a todos los fines prácticos, una cáscara vacía de contenido que puede utilizarse para cualquier fin predeterminado, siempre y cuando se aplique la suficiente presión social, o la emergencia así lo requiera. La ‘esfera’ de lo político conservaría siempre su autonomía.

Es casi ritualístico para los marxistas utilizar la lacónica definición de Lenin frente al Estado acerca de ser una “máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra”[1]. Sin embargo, si bien esta definición fue dicha para reducir el objeto a aquello que es esencial en relación a la lucha política concreta y, en ese marco, es cierta; se repara poco en el hecho de que cuando se dice que el Estado surge a raíz de las contradicciones de clase, necesariamente dentro de éstas, también se encuentran las contradicciones de la organización fragmentaria del metabolismo social, es decir, las contradicciones que la propia burguesía opone al despliegue del modo de producción ¿esto significa acaso que el Estado no tiene contenido predeterminado de clase, es decir, que es una mera institución que puede ser rellenada con cualquier interés indeterminado? Claramente no significa eso. El erigirse como representante político directo del capital social otorga al Estado el imperativo de convertirse en un sujeto despiadado de sus necesidades de acumulación, convirtiéndolo de esta manera en el agente directo de la reproducción de la explotación de la clase obrera. El estado como celador del capital social se opone tanto a la clase obrera como lo hace la necesidad del trabajo objetivado de alimentarse del trabajo vivo bajo el régimen capitalista. Sin embargo, en este punto cabe avanzar todavía más en las determinaciones concretas de esta forma social. Si tenemos en cuenta que el capital es la relación social general que organiza la reproducción ampliada de los atributos que lo componen podemos decir que el Estado, como representante directo del capital en tanto movimiento total, tiene como razón histórica el reproducir también a la fuerza de trabajo en tanto atributo del capital. Debido que la fuerza de trabajo, como cualquier mercancía, debe adaptar su nivel de consumo, su adecuación a la escala media de la técnica (educación) y su tiempo de vida útil (salud) a las condiciones con que lo demanda el capital para poder ser vendida[2], el Estado se adapta históricamente para asegurar que sus atributos sean los requeridos por el conjunto del capital social. Tenemos entonces que el capital es también el organizador de las condiciones de reproducción de la clase obrera al producirla una y otra vez como atributo de su propio ciclo, y esto, por lo tanto, convierte al sostenimiento del capital por parte del obrero como la condición necesaria de su existencia social. De esta forma la organización directa de la acumulación de capital social se presenta como una necesidad que atañe no sólo al capitalista, sino al obrero también en tanto éste se mantenga bajo la forma inmediata de su conciencia, es decir, mientras permanezca en la mera apariencia del ámbito de la circulación de equivalentes. Esta es la base material que sostiene la relación política general que liga tanto a burgueses y proletarios bajo la forma jurídica de ‘ciudadanía’ respecto al representante político del capital social: el Estado. Todas las intervenciones del Estado respecto a la circulación del capital, desde la fijación de la tasa de interés hasta la nacionalización de ramas enteras de la producción nacional, deben pensarse en función de la razón histórica que lo motiva: asegurar la circulación y la reproducción del capital como un todo. Lo mismo sucede con la fijación de límites a la explotación de la clase obrera por parte del capitalista individual. Estas acciones que lleva adelante el Estado y que afectan los intereses de cierto conjunto de capitalistas particulares (intervencionismo) así como la necesidad de sostenimiento del capital por parte del obrero, en tanto condición para la reproducción de su vida (vínculos políticos con la burguesía) se manifiestan ideológicamente bajo la idea de que el Estado representa a ‘todos por igual’ en el marco de la relación jurídica de ciudadanía. De esta manera, tanto la burguesía como el proletariado, en tanto su conciencia permanezca bajo la apariencia inmediata del intercambio, intervienen políticamente en el Estado bajo la forma concreta de la lucha de clases para realizar sus intereses: representar de forma directa la necesidad del capital social. Tenemos así que la forma necesaria mediante la cual se procesa la tensión entre sus dos atributos, se da necesariamente bajo la forma política de la lucha de clases. La clase obrera interviene de forma directa para disputar las condiciones de su reproducción como atributo del capital, al tiempo que éste hace lo suyo. La lucha de clases desemboca en el Estado precisamente por ser éste el representante directo del espacio que se está disputando (el capital social). Desde este lugar, es difícil ver la posibilidad de construir una política ‘por fuera del Estado’ ya que, como se vio anteriormente sería imposible para la clase obrera intervenir por fuera del espacio que determina su reproducción como sujeto concreto. Uno sólo es burgués, esclavo u obrero dentro de una relación social que lo determina y reproduce de esa manera y pretender intervenir por fuera de ella es ponerse por fuera del nexo social, es decir por fuera de las relaciones totales que lo determinan. Este lugar no existe y sólo puede ser producto de la naturalización del individuo pre-social. Es decir que sólo puede ser producto de la enajenación que produce la apariencia de autonomía individual basada en la imposibilidad de coordinar la producción social. Es la expresión ideológica del fetichismo de la mercancía. Este razonamiento no es compartido sin embargo por la economía social cooperativa quien no considera a la clase obrera como el sujeto transformador debido a su conservadurismo corporativo. Es decir que lo que para Marx es la condición necesaria para que la clase obrera pueda tener como razón histórica la revolución – el ser atributo del capital –, para el cooperativismo es justamente lo que le impide transformar la sociedad, ya que las discusiones respecto a las condiciones de trabajo (sindicalismo) es un problema interno (corporativo) del capitalismo, y el cambio, para él, sólo puede venir desde un ‘afuera’ dominado por redes de familias microemprendedoras.

[1] Lenin. “Sobre el Estado”. Pág. 5. [2] Es decir, para que produzca plusvalía.

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