top of page

Marx, el cooperativismo y el Estado

  • pablosviajsk
  • 23 feb 2021
  • 3 Min. de lectura


En relación a este punto, la economía social se distancia de todas las experiencias pasadas, y se presenta a sí misma como una superación respecto al mercado (neoliberalismo) y al Estado (socialismo real). Siguiendo con esta línea, la economía social se propone mantener los mercados lo más pequeños posibles para controlar el proceso de circulación y así escapar al control territorial del Estado. En este sentido Coraggio plantea que “lo local permitiría superar la alienación que implica la concentración de poder en el Estado nacional”[1]. Esto porque el Estado sustrae poder de la sociedad al asumir la representación de un bien común. Por esto mismo una de las recomendaciones para lograr una integración social se apoya en la autarquía de la red de unidades de producción respecto a la circulación nacional o mundial de mercancías. Esto con el objetivo político de gestionar conscientemente el sistema de necesidades[2]. Sin embargo, contradictoriamente con esta forma de construcción ‘autónoma’, esta corriente sabe muy bien que la gran mayoría de los microemprendimientos que forman estas redes locales tienen grandes problemas de viabilidad económica, por lo que proponen basar buena parte de su sustentabilidad productiva en la provisión por parte del Estado del “acceso a bienes públicos no monetizados”[3], es decir a medios de trabajo e insumos (tierra, energía, infraestructura, etc.). Estos subsidios del Estado serían lo que asegurarían a los microemprendimientos el poder cubrir sus gastos monetarios al no computarlos dentro de los costos de producción.


El problema con esta representación del poder político bajo el capitalismo es que no tiene en cuenta que la fragmentación del proceso productivo sólo puede existir mediante la competencia ciega de cada parcialidad que comanda una parte alícuota del valor total de la sociedad. Tenemos entonces que el antagonismo que opone a dichas partes continuamente atenta contra la unidad del proceso material, ya que las condiciones generales para la realización del capital social no tienen ninguna forma de ser representadas como relación directa (jurídica) frente al resto de los productores privados independientes. De esta situación se desprende como necesidad la formación de un representante del capital, no ya de una porción más o menos grande de él, sino del capital en cuanto totalidad coherente recortada territorialmente bajo la forma concreta de Estado nacional. La organización social basada en productores privados independientes no es capaz de asegurar el desarrollo del metabolismo social por sí mismo, ya que, al decir de Marx, en esta forma de sociedad “El interés general es precisamente la generalidad de los intereses egoístas”. Tan pronto como el ejercicio anárquico de los intereses individuales atentan contra las condiciones de la reproducción general del proceso de acumulación, la forma autónoma de organización alcanza un umbral. El capital social, entonces, necesita encarnar en un sujeto opuesto a la constelación de capitales individuales, como portador de un interés propio y diferente a estos, para imponer su voluntad. Se configura entonces la necesidad de un representante político directo del capital social, éste es el Estado.

Sin embargo, el cooperativismo insiste en plantear la relación entre el Estado y el mercado de forma muy diferente. Al respecto dice Coraggio que el sistema capitalista “no puede autorregularse para (…) acercarse a un óptimo social en ausencia del sistema estatal interventor”[4]. En primer lugar llama la atención la exterioridad del Estado respecto de lo social, ya que éste intervendría desde un ‘afuera’ respecto a la ‘economía’ en lugar de ser una forma necesaria de realizarse de ésta. Pero lo que más sorprende es que su finalidad no sería asegurar la reproducción ampliada de los atributos del capital en tanto proceso total, sino lograr un ‘optimo social’. Parece ser que mientras que los neoliberales colocan una confianza casi religiosa en el mercado para lograr la mejor situación posible, Coraggio hace lo suyo respecto a la intervención del Estado. Ambos reproducen la separación artificial entre economía y sociedad. En este sentido puede pensarse otra frase interesante del autor cuando describe el fin del llamado ‘estado de bienestar’ como el “avance de los poderes del mercado”[5]. De nuevo aparece el mercado y el Estado como esferas autónomas que se repelen unas a otras. De nuevo la negación del Estado como una forma necesaria de realizarse la anarquía que la fragmentación productiva impone al metabolismo social. Estado y mercado son dos momentos de una totalidad. El estado es la continuación del mercado por otros medios.

[1] Ibídem. Pág. 45. [2] Ibídem. Pág. 131. [3] Ibídem. Pág. 146. [4] Ibídem. Pág. 80. [5] Ibídem. Pág. 53.

Comments


Publicar: Blog2_Post

©2021 por Sviajsk. Creada con Wix.com

bottom of page