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La superación de la actual sociedad para el cooperativismo

  • pablosviajsk
  • 23 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

A diferencia del marxismo, la propuesta de la economía social no busca la destrucción de la herramienta del capital social en tanto realiza su unidad material de forma fragmentada y su reemplazo por el comando colectivo del capital social bajo la forma de ‘Estado burgués sin burguesía’ (Lenin) como etapa necesaria para la construcción del socialismo. Al respecto, la pregunta que guía el análisis de esta corriente parece ser: ¿pueden los actores fragmentados del sistema económico producir las bases materiales y políticas para otra sociedad a través de la construcción de otra economía? El proyecto político que se propone siempre aparece como ‘contrahegemónico’, ya que su objetivo es la preparación de una totalidad por fuera del capital, que termine por someterlo a su lógica de reproducción. El sentido de la política sería dominar al mercado imponiéndole límites políticos a su desarrollo. En este sentido, la hegemonía se construye confrontando con el sistema de empresas capitalistas desde el mercado. Al ir agrandando el campo de la economía social, las empresas sin fines de lucro comenzarán a dominar la totalidad de las transacciones. Esto deja planteado un problema, ya que, como vimos, la forma de competencia en el mercado se realiza disminuyendo los costos individuales de producción ¿cómo harán esto si no generan acumulación de capital? lo que se propone es que estas empresas utilicen una parte de su excedente para crear o subsidiar otras empresas que compartan su ética y proyecto político. De esta forma se expandirían como empresas capitalistas, pero sobre la base de la negación del lucro. Igualmente resulta difícil pensar de qué manera concreta podría darse esa forma de subsidio a nuevas empresas sin fines de lucro ¿sería bajo la forma de préstamo a interés? ¿Bajo qué criterios? No se sabe.

La propuesta de la economía social, como vemos, critica los planteos del marxismo respecto a la destrucción del Estado burgués y su reconstrucción por parte de los organismos de la clase obrera. Para ellos toda representación política necesariamente se mantiene enajenada de la sociedad. En este sentido se critica la idea de Estado obrero sobre la base de considerar que éste sucumbiría a intereses de grupos económicos. Sin embargo, el cooperativismo tampoco escapa del problema, ya que, aún si se realiza su proyecto hegemónico en torno a la economía social, la fragmentación productiva sobre la que se basa haría todavía más difícil la superación de la autonomización de las relaciones sociales que la que presupone la propiedad estatal de la totalidad de medios de trabajo y de cambio bajo un estado obrero. En sintonía con muchas propuestas del foro de San Pablo, la forma política que busca la economía social, parece ser un movimiento de movimientos que surja de una convergencia progresiva que tenga por base las relaciones que estos grupos desarrollen en la práctica económica. Esto es importante, porque parten del hecho de que el sujeto social de la transformación no existe en la sociedad actual, sino que “emergerá una vez avanzado el proceso de transformación de la economía”[1] ¿Se puede adelantar alguna característica del mismo? No. Sin embargo, la convergencia de los grupos formados por este nuevo sujeto social debe hacerse sobre la base de dos puntos programáticos. El primero es que todas las organizaciones se orienten a la reproducción ‘digna’ de las condiciones de vida de sus miembros. El segundo es que partan del principio político de la convivencia con el capital. Deben estar dispuestas a avanzar dentro de una economía que seguirá siendo mixta. En este sentido, ni el capital ni el Estado capitalista serían obstáculos insalvables, ya que uno se podría acorralar desde el poder que ganen los microemprendimientos en el mercado, y el otro podría ser ‘refundado’ “desde la democracia participativa construida desde abajo”. De esta forma, con el desarrollo de la acumulación de las empresas sin fines de lucro, no sería solamente el mercado capitalista el que quede acorralado, sino también el propio Estado (sector público), el cual se vería obligado a ceder espacios de autonomía política a las comunidades y ceder a sus presiones. La expropiación de la masa de valores creados por la clase obrera en su sujeción al capital sería algo que quedaría afuera de la propuesta, ya que lo importante para quebrar el despotismo del capital no es su comando del metabolismo social, sino la acción protectora del Estado. Entonces, la clave no sería, como plantea el marxismo, la propiedad y el control de los medios de producción por parte de la clase obrera sino “la capacidad del Estado para interferir en las relaciones de explotación y las de circulación”[2].

[1] Ibídem. Pág. 229. [2] Ibídem. Pág. 244.

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