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El cooperativismo y el dinero

  • pablosviajsk
  • 22 feb 2021
  • 4 Min. de lectura

El dinero, en el marco de la economía social debe cumplir un objetivo a la vez político y económico. Debido a que su propuesta para las redes de unidades domésticas es crear mercados segmentados, la creación de dineros locales debería permitir controlar de forma directa los precios, y permitir un desarrollo más ‘autocentrado’. En este sentido el dinero serviría al objetivo político de control y segmentación[1] que la estrategia de la economía local impone a los pequeños capitales que la componen para no ser subsumidos en la llamada lógica del mercado. En este sentido, el dinero local ayuda a que los precios sean controlados con un objetivo ético, es decir, que los mismos no sean el reflejo necesario de una determinada forma ciega de organizar el metabolismo social, sino que, controlados socialmente, ayuden a integrar a todos los productores “con un esfuerzo y unos resultados distribuidos de manera igualitaria”[2]. Para esto se llegan a proponer restricciones casi espartanas al uso del dinero para evitar que el mismo se autonomice como representación del valor. La idea no es abolir el dinero, claro, ya que esta corriente propone una sociedad de intercambio, sino controlarlo. Un ejemplo de esto es ponerle fecha de caducidad con el objetivo de obligar al mismo a circular y no convertirse en medio de ahorro.

Al leer esto uno se ve tentado a pensar que la economía social es una especie de versión idealizada del pequeño capitalismo[3] bajo el control de la ética que dictan las imposiciones tradicionales propias de las relaciones de producción directas de las sociedades precapitalistas. En definitiva, para esta propuesta, el mercado parece ser la forma definitiva de metabolismo social, ya que puede reformarse con una inyección de los valores ‘solidarios’ perdidos debido a la impersonalidad producida por la generalización del dinero como vínculo social. Por último, faltaría preguntarse ¿Cómo fijaría los términos de intercambio una sociedad regida por el valor de uso? Al respecto, uno de sus mas conocidos teóricos, Coraggio, nos da una respuesta un poco vaga: “no creemos que se pueda resolver como un problema cuantitativo (…) sino que es una cuestión compleja que tiene raíces éticas, culturales (…) y políticas (…) y no se resolverá en un modelo hegemonizante sino en un sistema de instituciones aún por construir”[4]. Es decir que no sabe. Esto no sorprende, ya que proponer ‘términos de intercambio’ de valores de uso es un sinsentido. Si hay intercambio, necesariamente surge el valor de cambio como propiedad social de las mercancías, ya que esto a su vez presupone un metabolismo social fragmentado en productores privados y su consecuente necesidad de asignar los cuantos de trabajo a forma útiles de modo indirecto. Las sociedades que producían valores de uso necesariamente se organizaban mediante relaciones de producción directas, en las cuales la asignación de trabajo se realizaba mediante vínculos de dependencia personal. En ellas todo trabajo era inmediatamente social, por lo cual no requerían la forma de valor de cambio, excepto, circunstancialmente para el excedente esporádico que producían y que pueblos ajenos a la relación de producción hacían circular desde los poros de la sociedad.

Nada más diferente que la manera en la que Marx encara el tema del dinero. En este autor, el dinero expresa una determinada relación de producción cuya base histórica se desarrolla sobre la destrucción de toda relación personal de dependencia como fundamento para coordinar el trabajo social y, en consiguiente, la reducción de todos los productores y todas las actividades a relaciones sociales de cambio (cosificadas y autonomizadas). En este estado de cosas la mercancía se transforma en la forma material de la riqueza y de ella el dinero se escinde como la forma social de la misma. Sobre esta base material, el dinero entonces se presenta como la forma en la cual se objetiva la relación social de cambio inscrita en la mercancía. La objetivación de las relaciones sociales que caracteriza al capitalismo, entonces, alcanzan su forma definitiva en el dinero como el equivalente general, como el representante de la totalidad de la riqueza social: “un producto puesto como valor de cambio (…) es puesto como relación, y, esta relación es universal, es una relación no con una mercancía sino con todas las mercancías (…) el valor de cambio presupone el trabajo social como sustancia de todos los productos”[5]. En la sociedad capitalista, el dinero se transforma progresivamente en el nexo social objetivado que liga a la totalidad de los productores privados independientes. Teniendo todo lo dicho hasta ahora en cuenta, podríamos definir al dinero como el valor de cambio que, en su movimiento histórico, se independiza de su relación con las mercancías convirtiéndose él mismo en una. Esto permite, a su vez, la acumulación de capital por una doble vía: por un lado permite independizar al trabajo respecto de su producto específico al realizarlo como trabajo abstracto, lo que posibilita su más absoluta división y, por lo tanto, el aumento de la productividad[6]; y por otro lado, como representante de la totalidad de la riqueza en su forma abstracta, permite la acumulación ampliada por medio del ahorro debido a su existencia autónoma fuera de la circulación. De todo lo dicho se deduce que, mientras el valor de cambio se mantenga como la forma social que adopta la producción de riqueza material, la superación del dinero se vuelve imposible, y mucho menos su ‘domesticación’ por vía política. En este sentido podemos decir que el dinero no es el problema, sino la relación social que expresa.

[1] Coraggio, José Luis. “Economía social y solidaria: El trabajo antes que el capital”. Op. Cit. Pág. 121. [2] Ibídem. Pág. 45. [3] Como su forma más simple y abstracta: como una sociedad de propietarios que intercambian el producto de su propio trabajo directo. [4] Ibídem. Pág. 243. [5] Marx, Carlos. “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (grundrisse) 1857 – 1858”, Op. Cit. Pág. 140. [6] “Una industriosidad universal sólo es posible allí donde cada trabajo produce la riqueza universal, no una forma determinada de ella”. Marx, Carlos. “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (grundrisse) 1857 – 1858”, Op. Cit. Pág. 153.

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