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El materialismo dialéctico: El marco del debate

  • pablosviajsk
  • 13 ene 2021
  • 7 Min. de lectura


Creer que ser materialista es sostener que hay fuerzas elementales del universo que preceden a la existencia de los sujetos es sinceramente creerse profundo sosteniendo perogrulladas. Prácticamente ningún filósofo relevante discutió eso ¿Alguien realmente cree que pensadores formados en las discusiones de las ciencias de su época como Kant y Hegel no estarían de acuerdo con esa obviedad? Claramente la pregunta de los filósofos medianamente relevantes no gira alrededor de semejante perogrullada sino que pivotea en torno a la idea de que la totalidad del despliegue de lo real incluye la actividad de la consciencia y de qué manera ésta es una determinación de éste mismo despliegue. La pregunta justamente remite al estatus ontológico de los conceptos y de cómo debe ser analizado el movimiento de lo real incluyendo al humano como elemento necesario. En este debate sobre el estatus ontológico de las categorías Marx se encontraba rodeado de discípulos de Hegel que en su desarrollo especulativo terminaban unilateralizando el lado activo de las categorías en el despliegue de lo real y sustituían su desarrollo hacia los entes empíricos con abstracciones vacías. El alemán estaba rodeado de intelectuales que cultivaban una filosofía de la indeterminación y los juegos especulares. En esa discusión se entiende, a la distancia, la "grieta" de materialismo/idealismo, pero habría que superarla. El punto de partida del materialismo, en la medida en que se desarrolla hasta sus últimas consecuencias, termina frente al mismo problema que su lado opuesto, el idealismo. Partiendo de la mecánica primacía de la "materia" o de la "idea" en algún momento, de no caer en la trampa de la vulgaridad (teoría del "reflejo" por el lado del materialismo o subjetivismo por el lado del idealismo), se termina siempre frente al mismo problema: el cómo nos pensamos en el despliegue de la materia. Cómo se piensa a la forma consciente de la naturaleza dentro del despliegue de sus propias potencias. Y ahí es donde todas las unilateralidades mueren y la etiqueta de "materialista" o "idealista" muere. Mientras más "dialéctico" se vuelve el materialismo más se niega como materialismo. Su estrecho punto de partida, en donde se plantea que la realidad no se reduce a la indeterminación de la consciencia que se piensa libre, se agota rápidamente en la medida en que lo que sostiene es un principio muy genérico y básico. Enunciar, junto con el materialismo, que "existe algo irreductible a cualquier cosa arbitraria que se le ocurra a mi consciencia" es una perogrullada que no soluciona ningún problema filosófico relevante. Del mismo modo sostener, junto con el idealismo, que para poder operar sobre la realidad debe existir un trabajo conceptual en su apropiación es también una perogrullada que se agota rápidamente apenas se gana en complejidad respecto a la reflexión de las determinaciones de la materia. En el momento en que avanzamos en el problema debemos abandonar el materialismo si no queremos terminar pensando a la materia como una cosa dada y muerta que hay que reflejar en el cerebro y al idealismo si no queremos girar en torno a una reducción de la realidad como una extensión de una consciencia indeterminada. Son justamente las potencias de la materia las que niegan la subjetividad indeterminada y al mismo tiempo es la expansión de la subjetividad determinada la que niega la objetividad pasiva de la materia. Es un error intentar abordar el proceso a partir de la metafísica mecánica que exige el esquema causa-efecto y necesariamente desemboca en la idea grotesca de "primacía". El despliegue de lo subjetivo sólo puede ser positivo (determinado) si se niega en las potencias objetivas de la materia y esas potencias sólo pueden ser realizadas si se niegan en su objetividad pasiva al formar parte del despliegue de la subjetividad determinada. La materia toma la forma que la subjetividad habilita y la subjetividad toma la forma que la objetividad habilita en tanto parte del mismo proceso. En este sentido pensemos en el láser. El láser es un despliegue posible de la materia que es imposible de pensar desde el punto de partida del materialismo ya que no puede ser reducido, en tanto materia, como una determinación que se da de forma "independiente a la conciencia". Sucede que para que éste despliegue objetivo de la materia tenga lugar debe darse una forma de consciencia que no sea un mero reflejo pasivo de la materia ya que está dada como un reflejo muerto que no puede contener como realidad al láser. Éste solamente puede existir en el mundo en tanto despliegue de una subjetividad determinada humana. La consciencia no puede "reflejar" algo que no existe previamente. Sin nuestro trabajo intelectual para entender el spin atómico a partir de modelos teóricos y matemáticos irreductibles al mero reflejo empírico del "experimento", ese despliegue material no estaría habilitado. No existiría. Entonces el láser ¿es algo "objetivo"? ¿Tiene sentido plantearlo en esos términos mecánicos? Es muy limitante intentar explicar el despliegue de la realidad con la idea de una "base" "objetiva" "material" dada debido a que ese mismo despliegue inmanente no puede existir sin el trabajo intelectual que, conociendo sus determinaciones, hace reales potencias que espontáneamente no existirían en la realidad. Potencias que son irreductibles a una base autónoma a ese esfuerzo intelectual y sus potencias creativas en tanto otra forma de determinación de lo real. De esta forma se nos presenta el desarrollo del despliegue infinito de la materialidad en formas nuevas concretas e inagotables. Lo real es algo que se concibe, no que se refleja. La crítica que lanza Marx a sus contemporáneos hegelianos estaba dirigida específicamente a lo que él identificaba con el método especulativo. Marx atacaba la idea de presentar a la propia actividad del sujeto cognoscente, en tanto esfuerzo de abstracción, como una mera actividad autónoma exterior a él. Una filosofía en donde toda diferencia sensible quedaba convertida en inesencial y el sujeto concreto borrado. En este sentido Marx atacaba al método especulativo como una forma ideológica que consistía en invertir las determinaciones operantes al exteriorizar el esfuerzo intelectual de abstracción del sujeto concreto como un movimiento del sujeto absoluto que, al operar con puras abstracciones, terminaba sin determinar nada en concreto. En esta forma de ideología, razonaba Marx, el investigador sustituía a las "verdaderas" entidades con abstracciones vacías que terminaban confundiéndose con lo empírico. El lado activo de la consciencia era hipostasiado hasta el límite de la indeterminación. Una consciencia teórica totalmente enajenada que se pone a sí misma como su propia medida. De este modo la abstracción especulativa desembocaba siempre en una unidad puramente vacía de contenido y en una multiplicidad vacía de determinaciones. El paso de lo abstracto a lo concreto operaba aquí siempre como la dotación arbitraria de un carácter sobrenatural. Como una 'conexión mística' que sacrifica las propiedades naturales de los entes empíricos por unas propiedades especulativas surgidas de juegos filosóficos arbitrarios. Una filosofía que, en este marco, reconoce la enajenación pero sólo puede pensar la superación del carácter extraño de los productos de la consciencia desde el encuentro común en el conocimiento de esos productos en tanto resultado de la pura actividad del pensamiento. Hasta aquí la crítica de Marx a sus contemporáneos es justa. Y su posicionamiento respecto al materialismo es una toma de posición que se inserta en este debate concreto respecto a sus contemporáneos hegelianos. El problema es que a partir de ésta crítica se construye un rechazo de la metafísica que nunca logra ser sistematizado ni superado. Una búsqueda del abandono de "toda metafísica", que necesariamente lleva al camino de la metafísica sin reflexión. Y esto porque no se puede reconstruir un sistema filosófico sin ontología, simplemente por la vía negativa del rechazo. Confiando en poder reproducir así sin más las "propiedades naturales" de lo empírico. Al carecer de un planteo metafísico coherente necesariamente se termina coqueteando con el materialismo empirista, con la creencia ingenua de que por la vía del empirismo es posible liberarse de la necesidad de una metafísica. Así, se acepta a la ciencia positiva y sus desarrollos sin hacer el esfuerzo de sistematizarlos en un planteo crítico. De esta manera, al intentar reconstruir el carácter de las propiedades naturales de los entes empíricos mediante su rechazo al programa filosófico de los hegelianos de su época, Marx se detiene en la crítica al método especulativo pero no logra fundar una nueva metafísica. Aunque más adelante, al ponerse a investigar sobre los famosos "entes empíricos" a través de su estudio de la economía política, Marx va a reconocer la necesidad de una suerte de método especulativo que reconstruya lo concreto en el pensamiento, él nunca va a desarrollar su crítica a la metafísica de forma sistemática. Hay que tener en cuenta también que en las últimas décadas de su vida, ya asentada la polvareda de los debates con los hegelianos y con varios años de investigación científica encima, Marx va a terminar reivindicando el lado activo de la consciencia en el despliegue de la materia y los peligros del materialismo ingenuo. Sin embargo esta toma de consciencia no coaguló en una metafísica superadora. Pasar la jerga de la doctrina de la esencia a los entes empíricos no alcanza para "superar a Hegel" ni "ponerlo sobre sus pies". De allí que en Marx puedan verse muchas referencias eclécticas: reivindica al método de la economía política inglesa, al de Darwin, etc. No hay una metafísica que aclare el estatus ontológico que poseen las categorías en lo real. Hay una admiración a la ciencia positiva y un intento de pensarla "en clave" hegeliana sin haber superado a Hegel. En principio los entes empíricos no guardan relaciones especulativas sino que son una suma de determinaciones. Pero una suma engendrada, necesaria. Y para que sea así se debe dar cuenta (en el trayecto de lo abstracto a lo concreto) del despliegue de la esencia. Para volver concepto a la multiplicidad empírica hay que fundamentar de qué manera esa variedad ha sido engendrada como forma de restituir la unidad. Pero no como la unidad y multiplicidad vacías que Marx criticaba a la filosofía idealista de sus contemporáneos sino en conexión interna y necesaria. Esa unidad que engendra la multiplicidad es el concepto en Hegel. Ahora bien, se entiende por qué Marx no pudo fundar una nueva metafísica. Eran humanos y dedicaron su tiempo a otras tareas. Es obvio que no debe hacerse una crítica en sentido destructivo e infantil. Pero creer que en Marx hay una refutación coherente de la ciencia de la lógica es un error. Hay que reconocer que el socialismo científico se quedó a mitad de camino en la apropiación crítica de Hegel al reducirlo a los desarrollos de sus contemporáneos. Esto sucedió porque se embarcó en una tarea enorme en sus estudios sobre el capitalismo que lo obligó a poner toda su inteligencia en ello. Estudios que deben muchísimo a la metafísica hegeliana y avanzaron enormemente en el conocimiento de las determinaciones de lo real bajo el capitalismo. Sin embargo este hueco debe ser tenido en cuenta para que el debate filosófico dentro del marxismo no siga reduciéndose al de una caricatura de materialismo empirista vulgar que crítica a una caricatura de idealismo vulgar sin avanzar nunca. La vieja práctica de correr rápido sobre una cinta fija y creer que se está avanzando.


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