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El método de la economía política en Marx y los austríacos

  • pablosviajsk
  • 11 feb 2021
  • 16 Min. de lectura


Para la escuela austríaca, la economía debe necesariamente subsumirse en una ciencia que comprenda la totalidad de la acción humana. Razonan que el simple examen del aspecto económico del esfuerzo humano era incompleto, ya que todas las decisiones del hombre lo ponen ante una elección que no necesariamente lo coloca frente a bienes ‘económicos’ (materiales) sino que incluyen también aspiraciones espirituales que funcionan al mismo nivel que estos en lo que respecta a las determinaciones de la acción humana. Es decir que, para poder comprender a la acción humana en sus formas concretas, nada debe quedar afuera de los factores que puedan influir en su determinación. Los economistas austríacos llamaron ‘praxeología’ a la ciencia que se ocupa de formular una teoría general de la acción humana. De esta forma se buscó ampliar el campo de estudio de la economía hacia una ciencia más universal que explicara las leyes que rigen la elección en un sentido total y no simplemente orientada a las satisfacciones materiales. Dentro de este campo, la economía representaría una parte determinada del mismo llamada ‘cataláctica’ y que se orientaría hacia aquel dominio de la acción que habilita el cálculo cuantitativo dentro del mundo de los intercambios, ya sea desarrollado en un sistema monetario o mercantil incipiente, es decir, a través del trueque. Este término se utiliza como sustituto del de economía porque los austríacos parten de la base de que en una economía de mercado no hay fines compartidos que habiliten la figura de ‘administración’ implícita en la palabra economía. En el presente trabajo, siempre que hagamos referencia a la escuela austríaca los conceptos serán intercambiables. La diferencia entre cataláctica y praxeología no sólo remite a la amplitud de los campos que a cada una le competen. Como ya vimos en el anterior apartado los austríacos identifican al capitalismo – sociedad de mercado – como aquella en la cual el individuo no sólo es más libre, sino que el desarrollo mismo de su individualidad se encontraba identificado con el de la sociedad toda. Esto justamente se debe al salto cualitativo que introduce la posibilidad de cuantificación de las acciones pasadas y futuras a través del mercado. En este sentido podemos decir que, a medida que el cálculo económico ocupa más y más esferas de la acción humana, la cataláctica termina identificándose con la praxeología.

Tenemos entonces que esta ciencia abarcativa, la praxeología, se pone por objeto el estudio de las categorías de la acción humana en la totalidad de sus determinaciones. Cabe preguntarse ¿cómo lograrlo? El método que se propone puede denominarse introspección. Dado que todos somos seres humanos, todos podemos percatarnos de la esencia misma de nuestra acción de forma inmediata. El conocimiento ya se halla en nuestro interior. Sólo nos hace falta la reflexión interior para elaborar teoremas praxeológicos que sirvan de guía a una teoría general que dé cuenta las características universales del actuar. Sin embargo este actuar debe necesariamente referirse a condiciones y presupuestos efectivamente existentes. Esto último no significa que la praxeología tenga contacto alguno con la historia económica. La praxeología debe estudiar las categorías ahistóricas de la acción y de su mecánica bajo cualquier supuesto concreto en el que el hombre tenga que actuar. Dicho teorema es siempre válido. La base de toda su construcción se apoya en la siguiente definición de acción: “La acción consiste en pretender sustituir un estado de cosas poco satisfactorio por otro más satisfactorio. Denominamos cambio precisamente a esa mutación voluntariamente provocada. Se trueca una condición menos deseable por otra más apetecible. Se abandona lo que satisface menos, a fin de lograr algo que apetece más”[1]. Esta búsqueda constante se identifica con el motor de la historia que, por sucesivas aproximaciones, desembocó en la economía de mercado, en la cual esta búsqueda puede ser cuantificada mediante el cómputo económico. Las normas invariables de la praxeología, una vez aplicadas a este tipo de contexto de cálculo, son las que producen, por parte de la confluencia masiva de productores privados, las diferentes proporciones de intercambio que quedan plasmadas en las transacciones mercantiles.

Llegado este punto, los economistas de la escuela austríaca realizan una crítica a la definición, en su opinión, restringida de economía de los neoclásicos y su homo economicus racionalizador. Esto debido a que aquellos consideran a la acción humana esencialmente creativa. La ven como la puesta en marcha de la tendencia a buscar nuevos medios y fines que permanecían desconocidos. Este aspecto es importantísimo ya que, veremos luego, sobre este presupuesto se fundamentará buena parte de la estructura económica austríaca, incluyendo su teoría del beneficio empresarial. En palabras de Israel Kirzner: “Mientras que con la noción más estrecha de economicidad no hay explicación posible de por qué se considera decisiva una estructura particular de fines y medios, y por qué ha dejado de serlo, esto es posible en cambio con el concepto más amplio de acción humana, ya que deriva de la tendencia a buscar nuevos fines y descubrir recursos hasta ahora desconocidos, tendencia que forma parte de la dotación del homo agens”[2]. Otra diferencia con la escuela neoclásica, que se deriva de estas consideraciones acerca de la acción humana, es el rechazo a la utilización de la matemática y la lógica. Rechazan cualquier apriorismo desligado de los presupuestos existentes en la realidad. Todo presupuesto debe ser concreto y aplicable. Los modelos matemáticos que presuponen todo dado al individuo racionalizador son descartados de plano como meros ejercicios mentales sin importancia.

La idea de imprevisibilidad y creatividad involucrada en toda acción humana determina, entonces, el planteo del problema económico. Éste no consiste en optimizar la producción con magnitudes y precios ya dados (neoclásicos) o pasibles de ser planificados (socialismo), sino en prever las cambiantes necesidades futuras al adaptar permanentemente los escasos factores de producción a su satisfacción, de modo tal que todos se utilicen para hacerse cargo de las necesidades más inmediatas. De utilizarse un medio de producción para satisfacer demandas menos urgentes, los mismos se malgastan y ocurre el derroche económico. El estado óptimo en el cual todas las necesidades apremiantes que pueden ser cubiertas con los medios de producción disponibles quedan satisfechas es reservado al sistema de mercado. De esta característica siempre cambiante del equilibrio surge la posibilidad de existencia del empresario, del que hablaremos luego. Si todos los sujetos conociesen lo que va a ocurrir, sus planes pueden, en consecuencia, ser explicados en términos de economicidad de un sujeto maximizador mecánico. Pero esto presupone que los planes ya están implícitos en los datos que conocen acerca de las circunstancias pasadas y futuras. Si lo que caracteriza a las acciones es la total imprevisibilidad, toda la estructura teórica de la economía neoclásica y las posibilidades de planificación sin mercado se esfuman como formas, en un caso, irreales, y, en el otro, ineficientes para satisfacer las necesidades más apremiantes con los medios disponibles. La imposibilidad de conocer la estructura de precios futura inscrita en la acción humana cuantificada por el mercado hace posible el elemento empresarial en la sociedad.


La aproximación marxista, por su parte, se basa en la crítica a la economía política, es decir al rechazo a considerar a las categorías con las que se mueven los economistas como productos ahistóricos y naturales que brotan espontáneamente de las relaciones sociales. Marx considera que las categorías con las que se mueve la economía no son más que la expresión de la conciencia inmediata de las formas cosificadas en las que se desenvuelven las relaciones sociales en una forma histórica concreta. El capitalismo es un determinado modo de producción históricamente determinado como otros, y no la forma natural de la organización social. En este punto, si bien los austríacos coinciden en que el capitalismo no es una forma natural sino que brota de una historia, ellos consideran que el mismo responde a las mismas relaciones sociales que rigen la historia anterior, pero sometidas al cálculo económico. La crítica de la economía política empieza una vez que se considera a las formas capitalistas de producción e intercambio como relaciones que se convierten progresivamente en una traba para la producción misma sobre las bases que ella misma deja planteadas. Al respecto Rosdolsky comenta: “el resultado fundamental de la Crítica de la economía política de Marx [consistió] en la demostración de que la economía no trata “sobre objetos sino acerca de relaciones entre personas y, en última instancia, entre clases pero que esas relaciones “siempre están ligadas a objetos y aparecen como objetos”[3]. Si bien los austríacos parecen partir del principio de que la economía es una ciencia social ligada a las acciones de los individuos y centrada en él, inmediatamente transforman a las relaciones en cosas, al reducir su análisis a medios y fines. Los individuos usan cosas y personas como medios, y cada individuo es medio y fin para él mismo u otros. En este sentido se borra toda diferencia entre sujeto y objeto, entre relaciones individuales y sociales, etc. Es decir que se intenta negar el carácter fetichista que centra el análisis económico en las relaciones entre objetos para caer inmediatamente de nuevo en la transmutación de las relaciones de producción como relaciones entre cosas. En consecuencia, la crítica de la economía política que realiza Marx, en este sentido, también se aplica contra esta escuela. En definitiva, la producción capitalista no es más que un modo de producción histórico que corresponde a una época limitada de nuestro desarrollo productivo en la cual todavía el hombre acumula riquezas a partir de la explotación del trabajo humano directo. La hipótesis que parte de una escasez universal, ya sea porque las necesidades son infinitas o porque los medios nunca alcanzarán para satisfacerlas, es una forma de naturalizar un determinado desarrollo histórico como absoluto. Interesa a Marx, entonces, explorar las formas sociales específicas de la producción y la distribución, es decir sus desarrollos concretos. El objetivo de la economía, entonces, se encuentra en reconstruir las relaciones sociales en una forma de organización del trabajo que se presenta, en su forma inmediata, como relaciones cosificadas de carácter contingente y privado. Y de esta forma ubicar al capitalismo en un desarrollo histórico concreto y no como la forma última de organización social.

La forma que utiliza Marx para aproximarse a una crítica de la naturalización de las relaciones cosificadas que realiza la economía política, es a través del método dialéctico. La realidad, para este método, entre otros aspectos, es siempre una totalidad que se desenvuelve a partir del desarrollo de las necesidades contenidas en el objeto de análisis, desde la forma más simple hacia la más compleja a partir de sus propias contradicciones. Este análisis se refleja a partir de la exposición, que desde las formas más indeterminadas hasta las formas concretas intenta reconstruir la realidad inmediata a partir de las abstracciones y, avanzando en sus determinaciones, lograr apropiarse de lo concreto en toda su complejidad por medio del pensamiento. La tarea de la ciencia, entonces, no es la de representar (volver a presentar algo en su forma simplificada carente de determinaciones) la realidad. Sino el de seguir y desplegar las necesidad propias del objeto que se estudia, desde sus formas más simples y generales, hasta abarcar su inserción en la totalidad, para reproducirlo en el pensamiento tal cual es, como un concreto pensado. Este camino que va desde el análisis simplificado – lo abstracto – y su reconstrucción progresiva hasta dar con las formas tal cual aparecen en la realidad en toda su complejidad como síntesis de múltiples determinaciones – lo concreto – es el núcleo del método marxista del análisis de la realidad. Sin embargo esto no es tan sencillo, ya que en la realidad inmediata las cosas se presentan de forma siempre aproximada y cambiante. Para poder considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, independientemente de su forma cambiante es necesario considerarlos como la manifestación particular del movimiento de la totalidad que los determina. Toda ciencia busca comprender esta totalidad como totalidad concreta en el pensamiento. Sin embargo, los fenómenos nunca coinciden con la esencia de las cosas, y es tarea de la ciencia reconstruir los eslabones que ligan la esencia con la forma fenoménica para poder comprender las manifestaciones más inmediatas que se dan al entendimiento. El movimiento aparente debe quedar reducido al real interno. Esta es la tarea que Marx emprende cuando se propone analizar al capital bajo la forma de una crítica de la economía política.

Las sucesivas hipótesis simplificadoras que introduce Marx, que intentan avanzar por aproximación de lo indeterminado hacia lo dado como fenómeno inmediato, también pueden leerse a partir del desarrollo histórico concreto: “Los resultados de la investigación realizada hasta este momento pueden resumirse en la forma más concisa posible mediante la secuencia evolutiva mercancía-valor-dinero-capital. Por cierto que el propio Marx advirtió a tiempo que de ninguna manera se trata sólo de conceptos y de su dialéctica; que la sucesión lógica de las categorías refleja, al mismo tiempo, la evolución histórica real”[4]. Es decir que las categorías son al mismo tiempo históricas y lógicas. Avanzan de lo abstracto a lo concreto. Cuando se desarrolla en germen una determinada forma de organización social aparecen, en su forma más simple y abstracta, contradicciones que al ir desarrollándose van a ir determinando lo que hasta entonces aparecía como abstracción, como posibilidad en germen. Las categorías no hacen más que reproducir este movimiento, aunque no deben confundirse con el movimiento mismo. Esto permite la existencia de una relativa independización entre la aparición histórica de una realidad expresada en la categoría y la concatenación lógica dialéctica de las mismas.


Marx construye la estructura del Capital a través de lo que Rosdolsky llama el método de aproximación: En el libro I parte de las formas lógicas e históricas más indeterminadas del capital como relación social. Trabaja con la hipótesis de una sociedad de productores simples de mercancías dueños de sus medios de producción en donde necesariamente se da una identidad entre trabajo y valor aplicado a la mercancía individual. Aquí se presenta la manifestación más simple de la ley del valor, en donde los valores – trabajo regulan directamente el intercambio, siendo el precio monetario la expresión directa del trabajo social incorporado a la mercancía. Aquí tenemos la expresión, por medio de las relaciones sociales objetivadas, es decir, mercantiles, de un modo de producción en el cual la propiedad se identifica con el trabajo personal. Es decir, de una sociedad en la cual todavía no existe el capital, pero que constituye su premisa lógico – histórica. Esta característica indeterminada empieza a volverse más concreta a medida de que, al avanzar la obra comienzan a analizarse las discrepancias entre valores y precios. O, en los siguientes tomos, se agregan, por ejemplo, los tiempos de rotación, los costos de circulación y los precios de producción a esa determinación simple. En el tomo II, Marx se concentra en el valor y el plusvalor tomados de conjunto, sin considerar todavía su atomización en productores fragmentados, y analiza las variaciones de su magnitud dentro del proceso de producción a través de la circulación. En estos dos primeros libros se completa la esencia del proceso económico global en su conjunto. Llegado este punto, las hipótesis simplificadoras que ayudaron a Marx a aislar los aspectos esenciales de los fenómenos se dejan de lado en el proceso de concretización para intentar establecer el vínculo interno entre esta esencia y la forma concreta de aparición de los fenómenos, en especial del plusvalor. Por esto, al avanzar en las formas concretas del capital, Marx ya presupone para el libro III una sociedad capitalista tal cual aparece, es decir, un modo de producción de productores privados independientes en el cual la separación entre el productor y sus condiciones de producción se encuentra realizada. La traducción objetivada de estos cambios en las relaciones de producción necesariamente debe darse a través de un cambio en las condiciones mediante las cuales se desarrolla la ley del valor que correspondía a la forma simple de una sociedad mercantil. El valor se convierte en una categoría que sintetiza más determinaciones: el precio de producción. De esta forma se avanza no sólo en los eslabones que ligan las formas más concretas de los fenómenos económicos inmediatos (precios) sino que se desnudan sus enlaces con los valores – trabajo. Incluso cuando el intercambio deje de ser proporcional a los mismos debido a la existencia de la relación social capitalista, éste sigue regulando las relaciones sociales a través de la transferencia de valor entre las distintas ramas de la producción social por la mediación de la circulación mercantil (transformación de valores en precios de producción y la formación de la tasa media de ganancia). En esas condiciones, la participación en el producto total de la sociedad ya no concuerda con el trabajo directo del productor sino con el desembolso de capital que realiza la clase social de los capitalistas. La propiedad de los medios de producción equivale ahora a la capacidad social de comandar el trabajo y sus frutos. La hipótesis más abstracta se deja de lado; ya la propiedad de las cosas deja de fundarse en el trabajo directo para convertirse en el medio de controlarlo con el objetivo de producir más de la misma relación social que permite su control: se convierte en Capital; en valor que produce más valor. Con la emergencia de esta relación, el trabajo social excedente producido por el trabajo vivo (plusvalía) se socializa como una totalidad. Todos aquellos poseedores del trabajo muerto (acumulado), es decir aquellos que participan del control de los medios de producción, se lo distribuyen en proporción a la fuerza de trabajo y cuantía de los mismos que controlan (capital invertido) a través de la formación de los precios de producción y la fijación de una tasa media de ganancia. “La oferta y la demanda suponen la transformación del valor en valor de mercado, y en tanto proceden sobre una base capitalista, en tanto las mercancías son productos del capital, suponen procesos de producción capitalista, es decir condiciones mucho más intrincadas que la mera compra y venta de las mercancías. En este caso no se trata de la trasmutación formal del valor de las mercancías en precio, es decir de una mera transformación; se trata de las divergencias cuantitativas determinadas de los precios de mercado con respecto a los valores de mercado, y además con respecto a los precios de producción”[5]. Tenemos así que la conversión de precios – valor en precios de producción y precios de mercado perturba todas las proporciones calculadas dentro del esquema simple del valor – trabajo. Se impone, en este punto, explicar brevemente los enlaces entre las categorías abstractas y sus formas concretas de manifestación para entender mejor el método dialéctico de Marx

La base de la teoría del valor – trabajo en su forma más indeterminada dicta que las mercancías obtienen su valor en cambio de la cantidad de tiempo de trabajo social representado en ellas. Si introducimos la figura del capitalista, el principio avanza en sus determinaciones concretas a través de la transformación de las formas mediante las cuales se impone la ley. La separación entre la propiedad y el trabajo se manifiesta a través de la categoría de composición orgánica del capital, es decir entre la proporción que un capital posee entre el trabajo vivo y el pretérito. Si la ley del valor se mantiene, esto significa que todo trabajo excedente sólo puede surgir de una de las partes del capital. Sin embargo, la ganancia se calcula sobre la totalidad del capital invertido, tanto en salarios para el trabajo vivo como en las máquinas y materias primas que representan al trabajo muerto. De aquí que, si las mercancías se vendiesen a sus valores se originarían tasas de ganancia muy diferentes dependiendo de la proporción de trabajo vivo sobre el total del capital. Este fenómeno impulsa una redistribución de los capitales en la cual se retira de una esfera de baja tasa de ganancia y se lanza a otra que arroja mayores ganancias. En virtud de esta distribución entre las diversas esferas de la producción, según que en una disminuya la tasa de Ganancia y que en otra aumente, el capital origina una relación entre la oferta y la demanda de naturaleza tal que la ganancia media se nivela en las diversas esferas de la producción, y en consecuencia los valores se transforman en precios de producción. En este breve razonamiento esperamos haya quedado clara la metodología dialéctica de Marx respecto al movimiento dialéctico de sus categorías indeterminadas hacia las más cercanas al fenómeno concreto. En este caso del valor al precio. Serán estos precios de producción (costo más ganancia media) los que constituyen el centro de gravedad de las oscilaciones de los precios de mercado, que es la categoría más inmediata posible en la economía: “Todos los precios de mercado, por mucho que puedan divergir de los valores de mercado o de los precios de producción del mercado. Pues en el precio de mercado se halla incluido el que se pague el mismo precio por mercancías del mismo tipo, aunque estas hayan sido producidas bajo muy diversas condiciones individuales, por lo cual pueden tener precios de costo sumamente diferentes”[6].

Ahora bien, si la ley del valor necesita de tantos eslabones para llegar a las formas concretas de su manifestación. Si decimos que la misma se expresa a través de una serie de divergencias cuantitativas que, en última instancia nos llevan hacia las formas concretas. Si no son los valores supuestos teóricamente sino los precios de producción los que constituyen el centro de gravedad alrededor del cual oscilan los precios de mercado ¿Cuál es el sentido de partir de las formas más abstractas? En primer lugar las oscilaciones de los precios respecto a los valores no son meros cambios transitorios como los precios de mercado sino que obedecen a causas mucho más fijas de lo que parecen. En segundo lugar, el valor del producto global se encuentra determinado por la ley del valor - trabajo, sólo que si en las hipótesis más simplificadas, este era proporcional al gasto de trabajo del individuo, en el capitalismo es proporcional al gasto de capital total para poner en marcha el trabajo. La ley del valor plantea que todo el valor se basa solo en el trabajo socialmente necesario. La formación de la tasa media de ganancia no contradice esto, de hecho, lo que se distribuye entre las ramas y lo que determina el monto total de los precios sigue siendo la magnitud del trabajo socialmente necesario puesto en la producción. En definitiva, el precio de producción es cualitativamente igual al valor, porque ambos son expresiones de trabajo objetivado, pero cuantitativamente diferente ya que las leyes de la producción capitalista los desplazan de acuerdo a leyes determinadas. En definitiva, por más que ocurran desplazamientos respecto de las formas más simples, la suma de los precios totales siempre expresará una determinada cantidad de trabajo social bajo la forma del signo dinerario.

Como vimos, cada mediación arroja una nueva categoría más concreta hasta llegar a las categorías empíricas. Sin embargo, en el sistema marxista, lo que importan no son éstas solamente, sino que para comprenderlas y utilizarlas analíticamente necesitamos siempre reactualizar la cadena de determinantes que unen a esta categoría empírica con sus determinaciones ocultas, es decir, con la cadena de mediaciones que la determinan para comprender y detectar los procesos subterráneos que se ocultan detrás de las formas fenoménicas: “Marx, cuando se pregunta que es el valor total, lo hace solamente para aislar, en el seno del valor total, las partes individuales de este valor total que son importantes para el proceso capitalista de producción. Lo que le interesa a Marx es el nuevo valor creado dentro de cierto periodo de producción y la proporción en que este nuevo valor se reparte entre la clase de los trabajadores y la de los capitalistas, proporcionando las utilidades de las dos grandes clases. (…) a ley del valor, directamente válida para el producto social y sus partes, se realiza solo en tanto en los precios de las mercancías individuales producidas según el modo capitalista se producen determinadas modificaciones conformes a la ley; pero, esas modificaciones solo pueden entenderse cuando se descubre el nexo social; y este es precisamente el servicio que nos rinde la ley del valor”[7]. En este sentido, el camino que construye la ley del valor en todas sus formas concretas es inseparable del objetivo de Marx tendiente a realizar una crítica de la economía política, es decir, a develar detrás de las categorías económicas la existencia de relaciones sociales históricamente determinadas y caducas.

[1]Von Mises, Ludwig. “La acción humana: tratado de economía”. Pág. 160 [2] Kirzner, Israel. “El empresario”. En: Lecturas de economía Vol. 1, Unión editorial, Madrid, Huerta De Soto, Jesús (Compilador). Pág. 3. [3]Rosdolsky, Roman. “Génesis y estructura del Capital de Marx”, Siglo XXI, México, 2004. Pág. 488. [4] Ibídem. Pág. 203 [5] Marx, Carlos. “El Capital: Crítica de la economía política”, Siglo XXI, México, 2008. Tomo III Vol. VI. Pág. 246. [6] Ibídem. Pág. 251. [7] Hilferding, Rudolf. “La crítica de Böhm Bawerk a Marx”. Pág. 160.

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