El patriarcado y Engels
- pablosviajsk
- 16 ene 2021
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 17 ene 2021
El patriarcado nació como una categoría antropológica no científica de orden descriptivo que se pensó para clasificar fenómenos observables de las culturas analizadas por los europeos en el siglo XIX (Bachofen y Morgan). Como casi toda la producción "científica" de la época, la categoría tomaba la cuestión bajo la forma de una apariencia. Se razonaba que, debido a que eran hombres los que aparecían como los agentes que organizaban la vida de las personas, entonces se concluía que esas sociedades configuraban un gobierno de "los hombres" sobre la vida del resto. Más adelante, hacia finales de los 60s y 70s, la categoría va sufrir un cambio por parte del feminismo radical (Firestone- Millet entre otras) al intentar constituirse en una herramienta heurística que sirviera en la explicación de una enorme cantidad de fenómenos dentro del capitalismo. Bajo esta nueva configuración el patriarcado ya no aparecería como un mero gobierno de los hombres en sociedades rurales y precapitalistas, sino como una confabulación milenaria de hombres (como clase) para oprimir y explotar a las mujeres (como clase) y repartirse los privilegios de ese orden. La mujer, en vista de sus particularidades biológicas reproductivas, es oprimida como casta, de aquí que su enemigo es el hombre como colectivo. Esta confabulación atravesaría (como no podría ser de otra manera) todas las relaciones sociales y se manifestaría en todos los aspectos de la cultura. Los hombres como clase-fratia se protegerían entre ellos para asegurar la perpetuación del complot mediante un esquema de violencia sexual (abuso de niñas, abuso callejero, violación, etc.) estructural y sistemático con el objetivo de ‘ablandar’ a las mujeres y subordinarlas a este orden. En este sentido, todas las prácticas culturales afectadas por el género van a ser leídas en clave estructural como un esquema de ‘ablande’ direccionado conscientemente por la clase-fratia para aprovechar las ventajas del control de los medios reproductivos de la mujer y explotar su trabajo doméstico ‘no pago’. Para cualquier persona medianamente formada en el marxismo esto tiene que hacerle ruido. La lectura de la historia de la humanidad como una fratia de machos repartiéndose caprichosamente privilegios no puede opacar el hecho material básico de que la determinación primera que estructura a las sociedades es la de la dictadura que la producción y la reproducción de los medios de producción y de consumo impone al conjunto de la sociedad de acuerdo al desarrollo de sus fuerzas productivas. Esta se produce necesariamente a través de la mediación de los atributos biológicos evolutivos (predisposiciones psicológicas dadas por el dimorfismo sexual) que portan los seres humanos. De esta mediación surgen, en las diferentes configuraciones históricas, matrices dinámicas de roles de género que organizan, a partir de la división sexual del trabajo, una serie de privilegios y desventajas en distintas esferas de la sociedad de acuerdo al sexo de nacimiento.
El fenómeno que aparece de forma pseudocientífica en la literatura antropológica decimonónica como "patriarcado" no es más que el hecho de que el dimorfismo sexual, bajo un determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, se expresa necesariamente como una forma concreta de división sexual del trabajo bajo las sociedades basadas en relaciones sociales personales directas. Por supuesto que ésta división sexual en sus distintas manifestaciones concretas va cambiando a medida que el mismo desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios en los atributos productivos de la clase obrera que le corresponden permiten la liberación progresiva de tareas domésticas y habilitan como su producto necesario la proletarización masiva de la mano de obra femenina y el consecuente proceso de extinción de la necesidad misma de la división sexual del trabajo. Lo que la dictamina las formas de esta división es siempre la necesidad de reproducir un tipo específico de interdependencia cuyo contenido será siempre determinado bajo las condiciones dadas en el momento histórico concreto a partir del cual surge. Nunca una forma de la interdependencia social consistirá en un hecho fundado a partir de la necesidad de un determinado conjunto social tomado como una realidad a priori ya que siempre son ellos mismos los que deben ser fundados (o destruidos) por esa misma interdependencia y sus cambios. Claramente si un nexo social históricamente determinado dependiese del mero deseo arbitrario de dominio de un grupo sería difícil explicar cualquier forma en que ese mismo grupo se exponga a sí mismo a cualquier desventaja, maltratos o riesgos permanentes (como es el caso de la situación de los hombres bajo las sociedades "patriarcales"). Es necesario partir de entender que éste nexo no puede ser nunca algo que surja de la voluntad libre de sujetos previamente libres a su existencia sino que es él mismo quien siempre se impone como algo necesario al conjunto de la sociedad.
Las condiciones concretas de competencia entre espacios diferenciados de producción en las sociedades precapitalistas (el estado permanente de ataque y defensa para mantenerse frente a otros) seleccionó históricamente a las sociedades para que especializaran a sus miembros en determinados atributos productivos desde la determinación general del dimorfismo sexual. Hay que partir de este escenario de competencia permanente, y de la posibilidad latente de lucha cuerpo a cuerpo como forma concreta de esta competencia general, para entender la persistencia de determinadas estructuras de género en tanto manifestación de la especialización de distintos atributos productivos y reproductivos de la sociedad. Así como también para entender porqué ahora esas estructuras se van disolviendo bajo el capitalismo a medida que se desarrollan condiciones que vuelven innecesaria dicha especialización. Claramente esa división sexual del trabajo social no puede surgir simplemente de la voluntad abstracta. No puede ser simplemente "pensada" para beneficiar al "hombre" como colectivo. Sino que surge de las necesidades de la interacción social en la ya dichas condiciones históricas.
Es necesario abandonar el punto de partida imaginario formal que se sostiene en figurarse la existencia de un colectivo mujer "libre" (¿Libre de qué?) que luego es oprimida por un colectivo-fratia de hombres ya formado de forma autónoma previamente en la imaginación a partir de la reactualización forzosa de una situación en desequilibrio permanente. La especialización sexual del trabajo de reproducción social es tan extendida y omnipresente que no puede explicarse con una especie de acto fundante que rompe un equilibrio dado y que debe reactualizarse a partir de la mera voluntad de un colectivo, como si existiese un desbalance de libertad que pugna permanentemente por restituirse a esa situación primigenia, sino como una forma necesaria de organización bajo las condiciones generales de la reproducción social en las sociedades precapitalistas en general, así como también capitalistas que no hayan avanzado en la proletarización masiva de toda su población.
En la historia del marxismo lamentablemente fue la obra menos lúcida de Engels en donde se intentó ligar las determinaciones materiales con la cuestión de género. En su esquema tenemos la representación de una ‘caída’ de la mujer desde una gens matriarcal originaria y comunitaria (una idea imposible de comprobar y bastante refutada) a un lugar subordinado debido a que los hombres, por tener preminencia en la agricultura y la cría de ganado, fueron imponiendo (¿?) el matrimonio para así quedarse con el nuevo excedente y asegurar su transmisión a otros hombres (sus hijos) por medio de la monogamia (apropiación privada de las mujeres). Este mecanismo de herencia es el que sostiene, según Engels, la institución de la propiedad privada, que necesariamente relegó a la mujer al trabajo doméstico y la quitó de las actividades productivas, las cuales quedaron, junto con la riqueza, monopolizadas de forma arbitraria por los hombres como grupo. Sin embargo, la falacia sobre la cual descansa todo el razonamiento de Engels es ligar lógica e históricamente al patriarcado (tomado acríticamente de la antropología decimonónica y proyectado sin explicación al capitalismo) con el sostenimiento de la propiedad y la herencia como cosas que se requieren una a la otra, cuando en realidad son contingentes. La idea de que el control de la mujer es una necesidad dada por el monitoreo genético de la descendencia para asegurar herencia y así poder sostener la propiedad privada de esa familia (en el paso a una sociedad de excedentes y acumulación) es un disparate. La propiedad puede heredarse, gestionarse y acumularse en generaciones sin control genético de la descendencia. Por ejemplo, los romanos podían desheredar a hijos biológicos y adoptar adultos para que hereden sus bienes como único heredero. Además no explica por qué un matriarcado, en el cual cada matriarca sabría positivamente si el hijo es suyo, no podría prosperar. De hecho es muchísimo más sencillo que sea la mujer la que controle la descendencia que herede y no el hombre. Por caso, el capitalismo es el mejor ejemplo de que la propiedad puede acumularse sin necesidad de mantener la herencia por vía forzosamente masculina (sin contar con que los activos de un muerto pueden ser comprados por otros capitalistas ajenos a la familia, o rematados por el Estado y la acumulación puede seguir su curso). Además, en el capitalismo, la clase proletaria no posee por definición herencias que dejarles a sus hijos, por lo cual uno debería pensar que la burguesía impuso (¿Cómo? ¿Cuándo?) al proletariado el modelo de familia nuclear que les servía materialmente sólo a aquellos para organizar la herencia. Este delirio se ignora argumentalmente en el razonamiento de Engels a través de una elipsis que salta de la antigua gens romana, germana o griega a la familia actual sin escalas ni mediación, y suponiendo igual condición sólo basado en el hecho de que comparten la institución de la propiedad privada, como si fuese todo lo mismo y sin terminar de explicar los mecanismos mediante los cuales el 1% de los propietarios antiguos impuso una forma que solo sirve a ellos de organización familiar al 99% de desposeídos que no poseen (supuestamente) ninguna necesidad material para organizarse de forma nuclear. Esto sin contar con el hecho de para que los hombres, en tanto grupo, actúen de forma coherente como una clase específica que expropie a las mujeres de sus prerrogativas sociales, ellos mismos tienen que haber sido formados por un desarrollo histórico previo como grupo, pero este desarrollo histórico previo presupone ya la formación del patriarcado como punto de partida de la existencia de un grupo con la capacidad de actuar en forma de clase específica con sus intereses. Es un razonamiento circular que parte de la existencia de lo que debe fundamentar. En definitiva, la idea de una fratia-clase que moldea la sociedad en función de la satisfacción de sus privilegios y acumulación es imposible de sostener desde los fundamentos materiales más elementales y la evidencia histórica más básica. Es una noción ideológica (invierte y falsea las determinaciones operantes sobre la realidad) que en su uso actual es tributaria de los desarrollos teóricos de los movimientos de "liberación" norteamericanos de los años 70'. Es un uso ajeno al pensamiento científico y no tiene nada que ver con la noción de patriarcado de Engels (que también falla en explicar el tema, pero por los motivos que ya expuse). En ningún congreso de ninguna de las internacionales socialistas se tomó al patriarcado como algo digno de un apartado importante o desarrollo pormenorizado. Nunca se lo consideró en la tradición marxista como algo estructural, por fuera del muy mal intento de Engels de darle explicación. Su importancia actual como concepto no responde a una necesidad de desarrollo del socialismo sino a las presiones de sectores reaccionarios que buscan parasitar las diferentes secretarías ‘de género’ en el Estado, en ONG, en sindicatos y en las camarillas académicas, y que operan sobre los partidos de izquierda, los que, por oportunismo, no cuestionan presionados por la necesidad de ganar y retener militantes ‘de género’ en un cuadro de retroceso del movimiento obrero organizado que lleva varias décadas de derrotas a nivel mundial.
Comentarios