Sobre la idea de "fractura metabólica" y la crítica escatológica al Capital
- pablosviajsk
- 29 dic 2022
- 11 Min. de lectura
Acerca de Kohei Saito. Apuntes críticos a su libro “La naturaleza contra el Capital: el ecosocialismo de Karl Marx”
Durante este año leí el libro de Kohei Saito que se encuentra al comienzo de esta entrada. Sinceramente me sorprende que haya tenido tanta recepción porque, a pesar de ser un libro con muy buen trabajo de fuentes (recomiendo el apartado donde analiza el uso del concepto de metabolismo en toda la obra de Marx), no encontré nada revelador o relevante en su desarrollo que no haya leído antes en los ensayos de marxismo ecológico de O’ Connor, pero como veo que muchos lo recomiendan en nuestro nicho como algo novedoso, me animé a hacer una muy grosera reseña que va dirigida estrictamente a los fundamentos sobre los cuales trabaja el autor para descubrir en Marx a un eco socialista que tomaba a la ‘naturaleza’ como central en su crítica al capital. Empecemos.
En principio, todo el edificio de su argumentación se apoya en la creencia de que Marx planteaba la idea de que en los modos de producción precapitalistas predominaba una “unidad originaria” con la naturaleza que vino a ser desarticulada por la forma capitalista de producción. Todo el análisis y la lectura que realiza Saito de los manuscritos de la década del 40´ en adelante se fundamentan en esta interpretación. Ahora bien ¿es justa dicha lectura? Sinceramente creo que sí. Es una forma de verlo bastante fundamentada en los desarrollos del propio Marx. Yo particularmente varias veces en estos años ya he criticado esta lectura romántica de Marx que inicia su camino partiendo desde una suerte de sujeto que es ”desgarrado” de una especie de unidad natural indefinida. De este tipo de reflexiones de Marx, por su puesto, luego surgen aquellos que la retoman para pensar al capital como un mero hecho contingente que le ocurriría a una suerte de productor genérico ahistórico. Línea que también permea la concepción de acumulación de capital presentada en tanto un avance sobre “condiciones de existencia” de las comunidades, como si su naturaleza fuese una suerte de acumulación primaria permanente (la acumulación por desposesión de David Harvey). En este sentido también tenemos impregnados hasta los análisis culturales que parten de la idea de que existe una suerte de cultura obrera que es cooptada desde afuera por el capitalismo. En definitiva, Saito se enmarca en una lista larga de autores que parten de imaginar un sujeto histórico inexistente ligado a la tierra en armonía que es arrancado y explotado por una fuerza autónoma externa a él que solamente tiene como fin producir valor por fuera de toda relación con la vida de los productores. Creo que es claro que esta visión no se encuentra forzada en una lectura de Marx, ya que él mismo muchas veces construye estos esquemas imaginarios para pensar al sujeto del capital. Los mismos que lo llevarán a acercarse a posiciones del movimiento populista ruso a finales de su vida. Es decir que esto no es algo que deba descartarse como hace Althusser como un mero descuido de juventud. Es una línea que recorre su pensamiento y no hay nada “anti marxista” en ella. Simplemente está equivocada porque reconstruye lo real a partir de figuras del pensamiento formales que sólo existen como referencias imaginarias, es decir, que solamente existen en tanto se las construye como un modelo indefinido de existencia social. Ese es el famoso trabajador genérico ahistórico que funciona en la base de todos los razonamientos que retoman esta línea argumental de Marx. Al construir su argumentación respecto al límite del capital en estas figuras imaginarias ahistóricas que encuentra en la obra de Marx, Saito elige retomar los aspectos más indefinidos de su obra como puntapié para sostener la idea de que lo específico del capital es la “fractura metabólica”, figura teórica que funciona en su discurso como límite absoluto que sería central en la obra de Marx y que serviría como una crítica demoledora al capital. En la siguiente parte intentaré analizar de qué se trata esta figura e intentaré plantear algunas observaciones a la idea de que la misma significa una crítica central y profunda al capital como modo de producción y que está al mismo nivel que otras observaciones de Marx respecto al Capital.
Sobre la construcción fundante que parte de un productor genérico para ensamblar su argumentación, Saito avanza en el famoso tópico central del ecologismo marxista: la “fractura metabólica”. En su versión simple, la fractura metabólica remite a la noción de que existe una tensión imposible de ser resuelta entre el carácter abstracto del trabajo bajo el capital y el colapso ecológico. El capital en tanto personificación solamente puede “robar” unilateralmente a la naturaleza sin reponerla. Esto pone de manifiesto que la fractura en el intercambio de materia (metabolismo) con la “naturaleza” corresponde al límite absoluto del capital. La base de esta idea reposa en considerar que el hecho de que el motor del metabolismo social bajo el capitalismo, es decir, la acumulación de valor en tanto pura cantidad, supone romper con la existencia anterior en donde supuestamente el carácter directo de la explotación del trabajo y de la producción de valores de uso aseguraba un metabolismo equilibrado. De esta forma el núcleo argumental gira en torno a la idea de un metabolismo de cientos de miles de años de relativo equilibrio entre los humanos y la “naturaleza” que fue ‘trastornado’. Esto debido a que la expresión del valor de una mercancía particular no podría contener dentro suyo las complejas interacciones del metabolismo entre sociedad y naturaleza que antes de alguna forma si estaban contenidas bajo relaciones directas de producción ya que en el capital las fuerzas naturales no entran en el proceso de valorización sino meramente en el ´proceso de trabajo´. Y así es como todo orden metabólico queda quebrado en la sociedad capitalista: El hombre saquea permanentemente a la naturaleza sin darle a cambio porque mide todo dentro de los estrechos límites de la producción de valor al encontrarse dominado por el imperativo de objetivar trabajo abstracto. El capital no puede en esta visión dejar de “despilfarrar” las “fuerzas gratuitas de la naturaleza” (sic). Como podemos deducir a esta altura, el desarrollo de estas ideas necesariamente tiene que articularse con una concepción muy determinada de la naturaleza para que funcione en sus propios términos. Veamos cuál es y porqué considero que la misma, si bien muy elaborada para su época, carece de ciertos elementos críticos.
Marx arrastra en su obra con diferentes matices la concepción de naturaleza en tanto “factor original” o “cuerpo inorgánico” de la producción. Tendía a abusar de la traspolación de la idea de explotación del obrero con la explotación de la “naturaleza” al punto de sostener que su explotación bajo la forma capitalista inexorablemente agotará la “fuerza natural” quitándole ‘fertilidad’ como si esto fuese una suerte de ley de hierro lineal. El problema central se encuentra en que analizar al conjunto de las múltiples y multifacéticas fuerzas naturales como un mero supuesto de la producción reducido a dos estados posibles como el de ‘equilibrio’ o ‘agotamiento’, deja de lado el simple hecho de que éstas no son un ente que exista en sí y por sí sino que son una realidad que existe siempre para nosotros.
Veamos cuál es y porqué considero que la misma, si bien muy elaborada para su época, carece de ciertos elementos críticos.
Marx arrastra en su obra con diferentes matices la concepción de naturaleza en tanto “factor original” o “cuerpo inorgánico” de la producción. Tendía a abusar de la traspolación de la idea de explotación del obrero con la explotación de la “naturaleza” al punto de sostener que su explotación bajo la forma capitalista inexorablemente agotará la “fuerza natural” quitándole ‘fertilidad’ como si esto fuese una suerte de ley de hierro lineal. El problema central se encuentra en que analizar al conjunto de las múltiples y multifacéticas fuerzas naturales como un mero supuesto de la producción reducido a dos estados posibles como el de ‘equilibrio’ o ‘agotamiento’, deja de lado el simple hecho de que éstas no son un ente que exista en sí y por sí sino que son una realidad que existe siempre para nosotros. La naturaleza se presenta como un conjunto de ‘fuerzas’ justamente porque partimos de considerarla como un ‘para nosotros’. En sí misma la naturaleza es simplemente el devenir espontáneo de la materia y no se ‘agota’ ni tiene ningún ‘equilibrio’ por fuera de nuestra acción de recurrir a ella. Estas metáforas decimonónicas estáticas nublan el hecho de que los recursos naturales, es decir, la naturaleza en tanto para nosotros, son siempre y en todo lugar función de determinado desarrollo tecnológico que habilita su apropiación práctica. Si dejada a la espontaneidad de su devenir nos enteramos que una llanura sería más fértil de lo que sería si estuviésemos explotándola, ese conocimiento tiene el mismo valor que enterarnos de que en un universo paralelo inalcanzable existe un metal indestructible, ya que el problema que tenemos siempre frente a nosotros como organización social es si ese espacio es más fértil para nosotros en función de las necesidades que atiende luego de aplicarle un determinado quantum de trabajo social. Y su agotamiento relativo sólo debe medirse en ese sentido. Compararlo con un estado idealizado de equilibrio pre productivo no es más que aplicar la lógica rousseauniana que parte de un estado pre social al análisis concreto de los procesos de trabajo y la naturaleza. Igualmente el problema del aumento de la productividad agrícola en el mundo es algo largamente saldado por la realidad empírica más elemental. Tanto es así que en los últimos 20 años asistimos por primera vez en la historia al desacople de la cantidad de producción agrícola y las hectáreas dedicadas a la actividad. Cada vez se produce más con menos tierra debido a las mejoras en las tecnologías del manejo de los cultivos. Y esto no es algo casual, sino que se encuentra dentro de la lógica del capital aunque los análisis que se centran en la acumulación estrecha e indeterminada del valor no puedan dar cuenta del fenómeno sin caer en argumentos ad hoc o en pronosticar futuros apocalipsis al igual que los trotskistas hacen con el capitalismo desde hace ya casi un siglo por no tener evidencias que aporten a sus pronósticos unilaterales.
El segundo problema con estos argumentos es que, si bien se jactan de ser los únicos que supuestamente analizarían al capital como proceso total de metabolismo con la naturaleza lo hacen partiendo de un análisis estrecho de lo que es el proceso real de valorización del capital. Toman la lógica de un capital individual como si ésta fuese la lógica del capital en tanto unidad del proceso productivo. Por ejemplo, parten de la idea de que el principio rector del capital es la explotación más eficiente de la fuerza de trabajo y la reducción de los costos de explotación de los recursos naturales, cosa que, en tanto determinación simple es cierta. El problema es que esa frase genérica hay que determinarla, limitarla a lo real, es decir al proceso productivo como la unidad de lo diverso. Porque si bien los capitales individuales pueden operar con esta lógica y ser portadores de esta necesidad, la unidad del proceso capitalista, a pesar de lo que piensen los anarcoliberales de Milei, no es una mera suma aritmética de capitales sino que es un proceso social que se presenta bajo una forma privada, no al revés. Por lo tanto, al capital individual no se le presenta la unidad del proceso productivo como algo indefinido sino como una realidad objetiva que no puede realizar por su cuenta. De allí que existe el Estado como la personificación del capital social. La necesidad de asegurar las condiciones generales de acumulación se le presentan al capital individual bajo la forma de todo el marco legal institucional en el que opera de forma concreta. Y son justamente los movimientos ecologistas los que en muchos casos portan a partir de sus luchas aisladas esa necesidad respecto a la unidad del proceso de producción. Creer que el capital particular y las presiones que rigen su necesidad individual actúan en un vacío supone ignorar todo el complejísimo entramado de normas, seguros, leyes, registros, zonificaciones y códigos, muchos de los cuales abarcan continentes enteros como en el caso de la Unión Europea (uno de los espacios más importantes de producción mercantil del planeta). Justamente tener esto en cuenta significa dejar de pensar como supuesto de la “fractura metabólica” la noción de que la disminución de las fuerzas naturales no entra en los costos del capital y, por tanto, en el valor como medida. Esto es falso al considerar la unidad total del proceso, en la medida en que la disminución de esas fuerzas afecta la productividad del capital global vía aumento de sus costos generales de producción y circulación, en gran parte producto de la complejización del entramado de normas, leyes, registros, códigos, etc. No es correcto decir que las fuerzas naturales solamente entran en el proceso de trabajo pero no tienen impacto alguno en el proceso de valorización. Los costos productivos derivados de esto no son los mismos en todos los espacios de acumulación en gran parte justamente por esto. Claramente el carácter privado del trabajo produce enormes desperdicios improductivos, pero la discusión que intenta plantear Saito, es decir, que estos desperdicios son un límite histórico absoluto para el capital como forma del metabolismo social, es un salto bastante largo que el autor no tiene reparos en suponer como corolario de esas premisas partiendo de figuras imaginarias indeterminadas del capital en sus formas más simples. De la misma manera esto puede verse en los análisis donde al hablar del capital y la fractura metabólica el mismo aparece como un mero productor de valor desligado de toda necesidad humana, como algo que produce cosas sin sentido ni referencia al sujeto real de la sociedad simplemente para producir valor. Este tipo de aproximaciones delatan que nos movemos en un nivel de generalidad pavoroso. La mercancía es la unidad de valor y valor de uso, éste último es central y no es para nada un accesorio menor del metabolismo del capital. Las industrias que motorizaron los procesos históricos de expansión del capital (Textil, Electrificación, química, automotor, urbanización, bienes durables, telecomunicaciones, transporte, etc.) difícilmente no tengan ninguna relación con las condiciones de existencia de los trabajadores. Que el motor de su expansión no haya sido la producción de esos determinados valores de uso no significa que la producción capitalista es simplemente producción de valor desconectada de las necesidades de la sociedad, partir de ahí es no entender que el capital es un metabolismo social de producción complejo que no puede reducirse a una suma de empresas produciendo valor sin conexión con las necesidades sociales.
El problema central es que para tener esto en cuenta hay que dejar el simplismo de pensar que hablar del Capital es equivalente a hablar de una suma de capitales privados y sus intereses. Ignorar esa realidad supone moverse en abstracciones simples para luego deducir mecánicamente de ellas la linealidad del límite absoluto del capital. La búsqueda de ese límite lineal absoluto recuerda a los que lo buscaban en la caída de la tasa de ganancia o en el fin de los mercados coloniales, o en la incapacidad de abrir nuevos mercados, etc. El precio a pagar por semejantes formalismos será siempre dejar de analizar la realidad concreta por un esquema apocalíptico que nunca llega, pero que siempre puede ser reemplazado por uno nuevo, por algún otro “límite absoluto” o “contradicción de base”. Y en definitiva, lamentablemente todos los fundamentos en que se sustenta la idea central del texto de Saito, es decir, que existe una suerte de “despilfarro” de un stock fijo de fuerzas naturales estáticas basado en la idea de que bajo el capital no existe ninguna forma concreta mediante la cual los costos de dicho despilfarro se van incorporando al mismo en tanto unidad mundial del proceso productivo no representa mas que una reflexión basada en una serie de figuras imaginarias y abstracciones groseras que intentan representar tanto a la naturaleza, al metabolismo social en general y al Capital en particular, pero que no se despegan de generalidades vacías que luego son puestas en juego para dar como resultado una suerte de nueva escatología automática del capital. Otra más que se suma a la lista de interpretaciones mecánicas que intentan reconstruir la totalidad partiendo de una mera proyección universal de lo particular, en este caso la lógica aislada del capital individual o la conceptualización del mundo material natural como un stock fijo de recursos ahistóricos.
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