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La caracterización del movimiento económico en Marx y en los austríacos

  • pablosviajsk
  • 11 feb 2021
  • 5 Min. de lectura

El mercado es, para la escuela austríaca, un lugar en el cual debe abandonarse toda pretensión de conocer relaciones constantes en las dimensiones económicas debido a la imprevisibilidad de la estructura de precios futuros que reflejan las cambiantes preferencias de los consumidores, que actúan bajo la premisa de conocimiento imperfecto acerca del mercado. Cada mutación provoca una restructuración del conjunto.

Esta transmutación constante del sistema de precios, a su vez, puede ser vista como una fuente de información presente provista a los participantes del mercado. Sin embargo, los austríacos previenen fuertemente acerca de la idea de poder derivar precios futuros a partir de un análisis histórico de los mismos. Aquí la escuela es categórica: el pasado no revela ninguna información relevante para conocer las futuras preferencias de los consumidores. “Si todos los participantes en el mercado fueran omniscientes, los precios de los productos y los de los factores deberían estar en todo momento mutua y completamente ajustados, sin dejar ningún espacio para el beneficio; resultaría inimaginable que hubiera quedado sin explotar una oportunidad para el desarrollo provechoso de los recursos”[1] . Para que un precio no cambie debemos suponer que lo mismo sucedió con las preferencias de los consumidores y los métodos de producción, lo cual es imposible. Cada uno de los actores económicos no pretende realizar para mañana los mismos planes que hoy, por lo que el desajuste entre oferta y demanda es una constante en el mercado capitalista. De allí que todo tratamiento matemático que funde hipótesis sobre la base de estados estáticos se funda en premisas irreales. Confunde con la realidad a una determinada herramienta para tratar problemas concretos. De lo dicho se desprende que, a mayor conocimiento de la información que brinda el mercado, el mismo será más equilibrado en sus desplazamientos. Un estado general de ignorancia acerca de los precios produce mercados más desequilibrados. Este es el estado de mayor ineficiencia ya que muchas oportunidades de satisfacer necesidades sociales quedan truncas por desconocimiento. En definitiva vemos como en la escuela austríaca una teoría de los precios es excluyente de su caracterización de la acción humana como ignorante de los datos mercantiles, e imprevisible en sus gustos cambiantes. Suponer que todos los que operan en el mercado tienen conocimiento pleno es uno de los presupuestos que más combaten frente a los esquemas neoclásicos.


En relación al marxismo, tal vez este sea uno de los puntos en los cuales encontremos, en principio, una de las mayores coincidencias que los separa de las modelizaciones y presupuestos de equilibrio delos neoclásicos. Para Marx el mercado también es un proceso naturalmente caótico sin ningún tipo de equilibrio real. De aquí que las categorías empíricas que maneja la crítica de la economía de Marx sean siempre oscilantes y tendenciales. La caracterización de las causas de esta anarquía mercantil, sin embargo separan a las dos escuelas de pensamiento. Si para los austríacos la razón de la misma radicaba en las leyes psíquicas de los sujetos, para el marxismo radica en la naturaleza de la sociedad capitalista, en particular a las premisas del modo de producción capitalista: la aparente autarquía privada de los capitales atomizados. La necesidad de realizar la unidad del proceso material de producción luego de haber realizado el trabajo genera fenómenos de superficie totalmente caóticos en sus formas más fenoménicas. Debido a que la sanción de los trabajos privados como socialmente necesarios se realiza luego del proceso productivo, los desequilibrios son la forma necesaria de presentación de los fenómenos. Sin embargo, la diferencia en este punto con los austríacos se profundiza. Para el marxismo, aquel que se quede en esta realidad caótica está confundiendo la esencia de las cosas con la forma de su manifestación. La forma necesaria de la existencia de las regularidades y las leyes necesariamente se da en el capitalismo bajo la forma aparentemente caótica del mercado. En la sociedad capitalista el desequilibrio es la forma de existencia del equilibrio. Sólo los economistas empiristas vulgares pueden confundir la forma fenoménica con el contenido necesario de un proceso.

En El capital de Marx se define claramente que la autarquía de los capitales individuales y el caos que inyectan en el proceso de metabolismo social no es más que una forma mediante la cual se realiza la unidad de la producción y no la forma definitiva del mercado: “Consideramos la conexión real entre las metamorfosis de los distintos capitales individuales, es decir, consideramos en realidad la conexión entre los ciclos de los capitales individuales como conexión entre los movimientos parciales del proceso de reproducción del capital social global”[2]. Los capitales aislados, por más que se presenten atomizados, necesariamente forman socialmente un todo que les da sentido. Son formas particulares de algo que los contiene, y ese algo es el proceso material de producción. Cada capital no es más que una parte alícuota del capital social global, y se realiza como parte en tanto realice a la totalidad. Aunque la forma necesaria de esta integración sea la anarquía, eso no significa más que el imperativo de analizar los fenómenos del mercado como la unidad de lo contingente y lo necesario y no como la confluencia de insondables factores psíquicos que quedan en la imposibilidad de explicación. Detrás del aparente caos siempre se mueven procesos que involucran cambios en el desarrollo del trabajo social bajo la forma del capital social.

Otra característica que diferencia radicalmente la consideración del movimiento económico entre el marxismo y los austríacos es que para los primeros, la oferta y la demanda no son más que factores fenoménicos que representan la forma concreta del movimiento del capital social. Esto significa que las determinaciones que rigen al mercado no se explican, como hace la escuela austríaca a partir del mismo mercado, sino que provienen desde el mundo de la producción. Al respecto comenta Marx: “Lo que determina el volumen de las masas de mercancías producidas por la producción capitalista es la escala de esta producción y su necesidad de expandirse constantemente, y no un círculo predestinado de oferta y demanda, de necesidades que hay que satisfacer”[3]. Es el movimiento del capital social y su necesidad de creación de plusvalor el motor que determina los fenómenos que vulgarmente aparecen en la empiria como manifestaciones de la oferta y la demanda. En este punto la divergencia entre las dos corrientes es de 180º. Mientras que para los austríacos es la oferta y la demanda determinada por fenómenos psíquicos que se manifiestan en el mercado el motor del proceso económico, para el marxismo éste se determina en la producción y se presenta como la necesidad de extracción de plusvalía que configura la ley de movimiento del capital. El valor autonomizado que busca reproducirse a sí mismo se le impone al capitalista (la oferta) como una condición objetiva a su acción. Lo mismo vale para el consumidor, el cual en su reproducción (tiempo libre para consumir) también debe obedecer a las formas que el capital le impone.

[1] Kirzner, Israel. “El empresario”. Pág.23. [2] Marx, Carlos. “El Capital: Crítica de la economía política”, Siglo XXI, México, 2008.Tomo II vol. IV. Pág. 118. [3] Ibídem. Pág. 87.

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