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La educación como forma concreta de la fragmentación en Argentina

  • pablosviajsk
  • 13 ene 2021
  • 8 Min. de lectura


Los exámenes PISA miden algo que es sabido por casi todo el mundo: Que la forma educativa que adopta la acumulación de capital en el espacio argentino sigue fracasando en toda la línea. Claramente intentar adaptar un sistema de transmisión de conocimiento y selección como lo es la escuela a un sistema de contención social terminó de la peor manera posible: sin contener a nadie, sin transmitir conocimiento y sin seleccionar a nadie para nada útil. No es ninguna sorpresa. El problema NUCLEAR del fracaso del sistema educativo no es la pedagogía ni la pobreza. El problema de la pobreza no es nuclear, aunque muy importante. El NÚCLEO del fracaso sistémico para transmitir conocimientos y seleccionar atributos productivos en base a la eficiencia de esta transmisión es algo mucho más mundano y menos épico: Que en el secundario no existen incentivos para estudiar algo que de forma espontánea no te interesa. No hay incentivos. Ninguno. En nuestro sistema educativo literalmente da lo mismo sacarse un 7, un 10 o llevarse la materia. Es literalmente LO MISMO. El rendimiento de los estudiantes no afecta en nada su vida futura y sus oportunidades laborales. No exageramos si decimos que en el sistema educativo prácticamente es lo mismo estudiar o no estudiar. La nota final que queda de la materia no cambia nada. Es así de sencillo. El sistema se apoya en todo lo que define a la barbarie: la falta total de control del azar. Se apoya en la idea de que, espontáneamente y sin ningún incentivo extrínseco a la relación pedagógica con el docente, un pibe tiene que interesarse en aprender funciones lineales o la nomenclatura de la química. Esta característica objetiva produce, necesariamente, sus propias formas de consciencia ideológica. Reproducen el mito de que el problema de la educación se reduce a un problema en la FORMA de enseñar, a un problema pedagógico. Es lógico que esto suceda ya que lo que el docente registra inmediatamente en su consciencia espontánea es que son sus limitaciones personales para presentar el tema la causa del desinterés. El sistema cotidianamente refuerza la idea de que la responsabilidad de reemplazar la falta de incentivos materiales para estudiar con incentivos ideales recae en él. De estas condiciones materiales nace y se reproduce con rapidez la primacía ideológica de la pedagogía como la respuesta a los problemas del sistema educativo. Ejércitos de chantas de ‘ciencias de la educación’ se reciben cada año de los enseñaderos de ciencias sociales dispuestos a reforzar esta inversión ideológica, especialmente desde el ala progresista freiriana, que luego los docentes tienen que aprenderse en las jornadas de "formación". A esto se suma otro costado ideológico que surge del uso del colegio como una extensión del ministerio de acción social: la idea de que la causa nuclear del fracaso es la pobreza. Si bien con un fino barniz progresista este tipo de formas explicativas simplemente remiten a la misma forma de consciencia ideológica anterior pero como su costado nihilista-paternalista. Son otra de las formas de "izquierda" de adaptarse a la forma de transmisión de conocimiento del capital en Argentina. Generalmente el corolario reformista de esta forma de consciencia deriva en un pedido de profundización del rol asistencial/contenedor del colegio para abordar las problemáticas sociales que se manifiestan en el aula. Por otro lado, como un falso opuesto, la consciencia ‘crítica’, que parte de estas mismas premisas, se presenta como una especie de sindicalismo obsesionado por la infraestructura y los comedores como práctica cotidiana, que vive de exhortaciones y abstracciones genéricas que proyectan todo el problema a un futuro asintótico: “hasta que no se termine la pobreza mejor ni hablar de los problemas estructurales de transmisión de conocimiento". En definitiva todas estas formas ideológicas son expresiones más o menos "radicales" de adaptación a un sistema que no se cuestiona. Cualquier planteo que se haga al núcleo problemático es acusado de ‘expulsivo’. No existe ninguna fuerza política que pretenda un cambio en el problema de base del sistema educativo. Se ha generado un entramado que les sirve a TODAS las expresiones políticas para militar en la educación y acumular sindical y políticamente.

Asimismo, en los desarrollos de la izquierda en términos de crítica al sistema educativo se tiende a leer muy seguido la idea de que la base de todos los problemas del mismo estarían en el hecho de que la educación estaría al "servicio del mercado", dando a entender que en tanto exista el ‘mercado’ la educación será deficiente para transmitir conocimientos científicos básicos y aplicados, y seleccionar en base a una escala numérica a los que mejor se desempeñen en estos conocimientos. Los que estamos hace años en este submundo sabemos que a la izquierda los datos de la realidad le parecen meras construcciones irrelevantes que en nada pueden sustituir sus creencias morales, pero hay aspectos en donde este tipo de sesgos infantiles tienen un límite. Como se les hace imposible negar que exista una mejor formación promedio de la mano de obra en muchísimas economías donde existe el ‘mercado’, la salida a este pequeño problema de incompatibilidad de la ideología con la realidad se resuelve por la única vía de escape: inventar un ideal de individuo sacado del puro capricho individual y no de las necesidades materiales de la sociedad para contraponerlo a la realidad y así decir que la educación nunca puede cumplir su función bajo el ‘mercado’ porque no forma a este tipo humano idealizado y caprichoso basado en un ideal subjetivo. De esta forma tenemos a los críticos educativos de ‘izquierda’ hablando de la incapacidad del sistema educativo de formar a un individuo social ‘completo’ por culpa del ‘mercado’. Entendiendo por ‘completo’ cualquier cosa que al capricho e imaginación de uno pueda ocurrírsele (como no podía ser de otra manera). Este tipo de idealismo infantilista metodológico les permite esquivar el problema de definir de qué manera una sociedad que planifique su propia extracción de plusvalía en el marco de la fragmentación internacional del metabolismo social puede saltearse el problema de formar y seleccionar gente dedicada a una actividad muy específica y parcial de dicho metabolismo de acuerdo a las necesidades materiales e intelectuales que éste impone. Estos tipos creen que el socialismo es una especie de comuna neolítica sin complejización alguna de las tareas, en la cual todos van a ser hombres renacentistas que entiendan desde la geometría de Riemann hasta las metáforas recurrentes de Borges, pasando por la composición de música modal mientras se dedican indiferentemente a los cálculos de geometría diferencial, al análisis literario o a la composición de flamenco.

Este mismo tipo de problemas se proyectan ideológicamente en relación a la universidad. En general la izquierda no es capaz de comprender la definición de clase obrera, o la entiende como un atributo moral o técnico (operario con baja calificación).Este sesgo ridículo le impide ver que los estudiantes universitarios son clase obrera con atributos productivos expandidos. El autopercibido marxismo actual repite acríticamente lo que decía la izquierda de la III internacional sobre los universitarios sin siquiera preguntarse si tenían razón en ese momento, pero más aún si la tienen hoy por hoy. A ese problema de falta de conciencia crítica se le suma su seguidismo congénito a las coordenadas ideológicas del nacionalismo con su noción de ‘hacer popular la universidad’. Noción que remata en su corolario necesario: el estudiante universitario es un pequeño burgués alejado de la ‘verdadera’ clase obrera y el ‘pueblo’. Pienso que esto no es más que la forma ideológica necesaria que produce un capitalismo como el argentino, en donde la formación de la clase obrera con atributos productivos expandidos sólo puede presentarse como un gran desperdicio. Casi el 70% de las matrículas universitarias están ocupadas en la formación de una clase obrera totalmente improductiva cuyo sueño es producir papers irrelevantes de "ciencias sociales" junto a un ejército de psicólogos que desarrollarán en su mayor parte intercambios simples de mercancías en consultorios como consumo cultural, junto a burócratas varios del Estado (abogados, geógrafos, economistas, escribanos, asistentes sociales, etc.). Las sobras lógicas de este desperdicio de formación que no pueden insertarse en consultorios o consultorías varias son reabsorbidas por el estado mismo, ya sea por la propia universidad bajo la forma de becas y puestos docentes o por el sistema educativo secundario privado y estatal. Estas condiciones tienen efectos varios en la política universitaria, en especial en la izquierda. La misma no tiene una política que aborde al estudiante como trabajador calificado, en tanto parte de la clase obrera. Abordan al estudiante como un sujeto en sí mismo, como un ‘estudiante eterno’ que tiene que ‘luchar’ para mejorar o defender ‘su’ facultad (su infraestructura, su plan de estudio, etc.) o por los sueldos de sus docentes, etc. Esta política estudiantilizante para con el obrero que busca calificarse tiene éxito relativo debido a condiciones específicas. Esta funciona en la UBA ya que una buena parte de ellos identifica a la misma como su futuro empleador. En este sentido la lucha por su ‘lugar de estudio’ es inmediatamente también una lucha por su lugar futuro de trabajo, al menos como forma aspiracional. Si a esto sumamos la particularidad argentina de que el 70% de los egresados son casi literalmente ‘estudiantes eternos’, ya sea porque ese porcentaje no termina la carrera a tiempo o porque una proporción similar hacen solo una materia al año, tenemos una base material objetiva que abona y determina este tipo de intervención estudiantilista. Por otro lado al obrero que se forma en trabajos productivos que producen plusvalía y que, en consecuencia, es objeto de interés de los capitales, tampoco se lo aborda como un obrero que debe hacer pasantías o meterse en bolsas de trabajo en donde debe luchar para cobrar como corresponde. No se le dice que aproveche su situación para formarse en el trabajo productivo. Se lo aborda con el modelo de facultad bucle de los trabajos improductivos de universidad autosustentable financiada por el Estado. Se le vende que hay que mantener las empresas alejadas de la facultad. Que él tiene que formarse en su currícula para un ideal difuso de ‘sociedad’ futura indefinida sin relación con su condición de obrero concreto que va a salir a trabajar si o si bajo el imperio del capital. Se lo aborda con las promesas abstractas con las que se abordan jóvenes cuya mayor aspiración es acomodarse con una beca del Estado en filosofía y letras y escribir papers sobre el impacto del bandolerismo rural en el partido de pergamino en el siglo XIX. De esa manera las condiciones específicas del capital en Argentina determinan que el conjunto de la intervención política en la universidad, en gran medida, gire en torno a un autismo autófago tanto en lo relativo a la concepción del ‘estudiante’ como un sujeto en sí mismo, como también en relación a la misma universidad, vista como un reservorio moral por fuera del mercado, y por lo tanto, por fuera de la preparación de esa clase obrera en formación en clase obrera operante sobre la realidad del capitalismo.

De más está decir que la idea de que la escuela “transmite ideología burguesa” presupone una forma lógicamente infundada de encarar el tema. La educación formal es el aparato que selecciona y forma los atributos productivos de la clase obrera. La ideología no es algo que se tiene que "meter" desde aparatos externos. Pensar de este modo es caer en una pura representación formal de la imaginación. Una forma determinada de metabolismo social no es una suma de externalidades organizadas de forma estructural sino una unidad. Creer que si hubiese menos escuelas el proletariado tendría su "propia ideología" o que si se organizara en "escuelas sindicales" tendría una concepción científica del mundo es una forma de esencialismo obrero. Una de los modos más vulgares de entender al proletariado es como si fuese un grupo social que espontáneamente produciría anti-ideología burguesa si los aparatos ideológicos no los presionaran desde "afuera". El proletariado dejado a su espontaneidad sin ningún tipo de escuelas ni aparatos produciría ideología burguesa, porque esa es la forma espontánea de su consciencia bajo la relación social capitalista.


 
 
 

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