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La especificidad del capital en Argentina

  • pablosviajsk
  • 13 ene 2021
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 17 ene 2021


Cuando alguien que se autopercibe marxista opera en un espacio de acumulación específico y hace apelaciones a ’la clase obrera’ en abstracto para la elaboración de su programa, estrategia o táctica política sin considerar ni especificar las manifestaciones concretas de aquella en tanto sujeto organizado y las características de sus direcciones y organizaciones reales ¿A qué se refiere en concreto? ¿A todas las personas que comparten la generalidad de ser asalariadas? ¿A todos los asalariados que se encuentran inorgánicamente dispersos en infinidad de múltiples empleos? ¿Esperan que la clase obrera surja como SUJETO de forma autónoma e inorgánica ex nihilo y responda a sus consignas con esas características? ¿Piensan convertir a la clase en sujeto con CONSIGNAS? Al pensar en estas coordenadas se está traficando la forma liberal de concebir al sujeto, como una mera abstracción, o aún peor como culto a la ‘multitud’ amorfa disfrazado de marxismo. Para cualquier persona medianamente seria, el operar científicamente sobre la realidad debería significar partir de reconocer las determinaciones materiales históricas de los sujetos sociales que se busca personificar en el plano histórico. Esto para entender cuál es la medida de la potencia de cada uno de ellos, independientemente de nuestros deseos. Para cualquier partido marxista la clase obrera debería ser siempre algo concreto, una abstracción que hay que ir determinando para operar con un programa inteligente que sirva para orientarse en la realidad concreta. El fundamento básico que determina la especificidad del capital en Argentina es el hecho de que, en principio, aquí sucede algo que es lo más normal del desarrollo capitalista hasta la actualidad para la mayoría de los fragmentos nacionales. Vivimos en un espacio de acumulación donde el capital no alcanza en general la productividad necesaria para integrarse compitiendo al mercado mundial produciendo una serie general de mercancías con base en la productividad media. Debido a esto, la única forma de integración y competencia posible es aquella donde el capital aplicado alcanza la productividad media por medio de operar en condiciones locales no reproducibles por el capital en general (abundancia local de minerales, suelo fértil, petróleo, etc.). Esas condiciones hacen que la forma de acumulación nacional de estos espacios esté determinada por la producción de una o dos mercancías específicas ligadas y dependientes de esas condiciones locales excepcionales. Éstas son las que afectan en gran medida los ritmos y las forma s de acumulación al ser la fuente de la productividad extra de la que carecen el resto de los capitales de la economía, y por lo tanto, determinan su única forma de interdependencia con el mercado mundial.

La Argentina, en su determinación simple, se presenta como un proceso de acumulación que se reproduce en base a la renta de la tierra y las diferentes formas que adopta la lucha por su captación por las fracciones de una burguesía que sólo puede reproducirse como ‘sobrante’ desde el punto de vista del capital global mundial y que sólo puede valorizarse en tanto su capital participa de esa captación. En este sentido debemos partir del hecho de que toda la clase obrera que vive de este capital chatarra tiene por contenido condición de sobrante. Y la forma de compensar este desfasaje permanente con el metabolismo mundial por fuera de la captación de una renta cada vez más insignificante en relación al resto de la economía es a través de la deuda y de la caída cada vez mayor del valor de la fuerza de trabajo. En esta condición, la clase obrera argentina en general no tiene participación alguna en el proceso de autovalorización del capital mundial por fuera de la valorización de chatarra que sirve de medio para captar renta. La forma concreta en la que su fuerza de trabajo se pone en movimiento sólo puede darse como atributos de capitales impotentes y sobrantes desde el punto de vista del metabolismo capitalista total. Dicho esto, y teniendo en cuenta que la potencia histórica de los sujetos está determinada materialmente por su potencialidad para personificar una acumulación de capital bajo una nueva escala, entonces el esfuerzo por determinar el alcance histórico de la clase obrera Argentina debiera ser un núcleo problemático de primer orden para los partidos de izquierda. Uno que determine toda su actividad y vuelque sus mejores recursos intelectuales. Si la clase obrera argentina, como mera fracción de la clase obrera mundial, sólo puede expresar por su contenido potencias de la población sobrante como un todo ¿Cuál es su potencia política? Lamentablemente uno no puede dejar de observar que esta cuestión no sólo no es problematizada, sino que en la izquierda ni siquiera se ha salido, en el mejor de los casos, de la aceptación teórica de la existencia de la clase obrera como mera forma abstracta universal (Si fuésemos Rusia estaríamos apenas en los primeros textos de Plejanov). Lo peor es que se parte de los atributos genéricos de esta forma indeterminada como el presupuesto sobre el que se opera para construir estrategia política. Cuánto más la izquierda se empaque en la actitud infantil de no reconocer este núcleo problemático no resuelto, más lejos estamos de entender a la clase obrera en su forma concreta, y, por tanto, de poder hacer política real.

Como dijimos, en Argentina los capitales agrarios funcionan como capitales más productivos de lo que son en el mercado mundial debido a la apropiación de determinadas fuerzas naturales no reproducibles por el capital. Estos capitales agrarios absorben vía renta diferencial una masa de riqueza proveniente de los espacios de acumulación donde predominan los capitales de escala normal produciendo un superávit respecto al resto de la economía mundial. Este movimiento de riqueza social, en la medida que es apropiado por los capitales industriales de pequeña escala vía el estado como condición para la valorización del capital agrario, consume esa masa de riqueza en esas industrias y en el consumo improductivo. Este momento se manifiesta necesariamente como déficit de la balanza de pagos, la liquidación de divisas, la toma de divisas bajo la forma de deuda, la repatriación de ganancias y el resguardo de riqueza frente a la pulverización de la moneda (la "fuga de capitales"), etc. Todos momentos necesarios para completar la compensación del movimiento. El FMI es un fondo que no produce ganancias a ningún burgués o gobierno, no remite los intereses a ningún lado más que al propio fondo. No hay interés en ganar plata por parte del fondo. Su rol es el de funcionar como una masa de capital que estabiliza los desajustes del comercio mundial entre balanzas deficitarias y superavitarias. El FMI cumple (o intenta cumplir) un papel estabilizador del comercio mundial para asegurar las condiciones de circulación del capital a esa escala. La especificidad de la fracción del capital que opera en la Argentina es la causa de este movimiento de compensación con los espacios donde operan los capitales de escala y productividad media. En este proceso el FMI juega el rol de enlace que asegura las condiciones para que esto suceda. De más está decir que no existe ningún sector o fracción de la burguesía que se encuentre operando en la Argentina que no exista necesariamente como producto directo o indirecto de este proceso, es decir, que ningún sector de esta clase es portador de la necesidad de superarlo. El problema entonces no es que vivamos bajo un ‘régimen del FMI’ o de ‘opresión nacional’, sino que el capital organiza nuestra existencia bajo las determinaciones específicas en las que se manifiesta en este territorio. Dicho de otra manera: El ‘régimen del FMI’ no es más que la forma ideológica mediante la cual la burguesía pequeña y la pequeña burguesía invierten las determinaciones de lo real, al ver en la consecuencia (la deuda) la causa que determina el fracaso histórico de su propio régimen social ocultando al mismo tiempo su propia impotencia histórica al achacársela a agentes externos. Es la consciencia del productor privado que niega su nexo social buscando afirmar su abstracta consciencia libre al reclamar el producto íntegro de su trabajo frente a un mundo que le aparece como ‘externo’. Hay que entender que el único régimen que hay en la Argentina es el de la burguesía nacional en todo sentido. Hay que llamar nacionalismo a toda ideología y consigna que oculte ese hecho elemental de la realidad, incluidas toda las ‘anti imperialistas’. Los distintos movimientos de compensación de los ciclos del capital en países ideológicamente llamados ‘subdesarrollados’ determinan un momento "nacional" en el cual la renta se capta vía estatal para valorizar a los capitales chatarra y obreros sobrantes para el mercado mundial y un momento ‘del capital financiero’ en el cual esa entrada de plusvalía desde los espacios económicos donde predominan capitales productivos, que supo poner en valor a los pequeños capitales improductivos, retorna por la vía de las compensaciones de la balanza de pagos y las obligaciones de deuda tomada para mantener esa valorización errática y de corto plazo compensando las enormes diferencias de productividad con el mercado mundial. En ese movimiento internacional de circulación de la plusvalía la consciencia nacionalista de los espacios de capitales pequeños aparece invertida como la ideología que, sin entender sus determinaciones operantes, busca hipostasiar uno de los momentos ‘nacionales’ (la apropiación de plusvalía vía estatal) mostrando como extrínseca y nociva a su contraparte necesaria (la compensación) que cierra el movimiento total del metabolismo mundial. Este tipo de consciencia es la que produce las formas ideológicas del ‘capital productivo’ vs. el ‘ficticio’, del ‘desarrollo nacional’ vs. la ‘timba financiera’, de la ‘nación’ vs. el ‘imperio’, etc. Es decir, este movimiento material objetivo reproduce como forma de consciencia la izquierda antiimperialista como su momento ‘plebeyo’. Este movimiento ideológico se percibe claramente en la literatura de izquierda de forma omnipresente. Todo el tiempo se intenta contrastar el ‘régimen del capital financiero’ en contraposición al ‘nacionalismo burgués’ como opuestos. Esto muestra hasta qué punto la izquierda adopta literalmente la forma ideológica a través de la cual el nacionalismo se presenta a sí mismo: como un régimen que se ‘opone’ al capital financiero desde la defensa de ‘lo nacional’. Y, en contraposición, a aquel como un ‘régimen’ hostil al nacionalismo. De allí que piensen, junto con la consciencia nacionalista, a uno como más progresivo que el otro. Por eso, en sus choques relativos, la izquierda siempre termina girando como un trompo ‘radicalizado’ cuya ‘crítica’ superficial e ideológica (no científica) del nacionalismo opera sólo sobre sus supuestos ‘límites insalvables’. Como si el problema fuese que ‘no pueden ir a fondo’ (?) en lo que ya son, en lugar de mostrar que la vía de la profundización de la captación parasitaria de la renta es el problema mismo. De esta forma siguen sin aportar para la clase obrera absolutamente nada ni siquiera parecido a una consciencia crítica y científica que piense a esos momentos como partes necesarios de lo mismo y que la lleve a una superación de sus coordenadas ideológicas. Esta forma ideológica es la que determina, en su versión de izquierda, la idea de que la burguesía nacional intenta construir una ‘independencia’ nacional pero no ‘llega hasta el final’. Esto no es más que una crítica nacionalista de izquierda a la misma, no tiene nada que ver con el marxismo. La burguesía nacional no es más que una porción poco productiva del capital mundial que en sus movimientos de compensación con el mismo genera roces y acuerdos, determinados por el momento de la entrada y salida de renta diferencial de la economía. No hay una burguesía que ‘busque’ algo más allá de esto. Es una apología de la burguesía chatarrera pensar que busca ‘algo’ diferente a lo que es la formación económica real existente, pero no llega por la lucha de clases (límites políticos). Esa apología es la que alimenta la equivocación de la izquierda que piensa que es ‘progresiva’ mientras ‘moviliza contra el imperio’. Para intentar heredar por izquierda a la burguesía nacional los partidos de izquierda necesariamente tienden a correr el límite de la misma en el campo de la política (lucha de clases), cuando su límite no es nada más y nada menos que el límite de su propia existencia como clase





 
 
 

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