La fragmentación conceptual de la realidad
- pablosviajsk
- 13 ene 2021
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La sociedad se presenta en su forma más abstracta como una determinada potencia para realizar trabajo. Toda sociedad es, en su forma más inmediata y general, la capacidad de trabajar, es decir, de dirigir energía a la transformación de la materia con el objetivo de producir los medios necesarios para reproducir
las condiciones de esa misma capacidad de trabajar. En principio, la energía disponible proviene del control consciente del cuerpo y, en la medida que se desarrollan las fuerzas productivas sociales, el trabajo muta progresivamente hacia el control y supervisión de las energías de la naturaleza para transformar la materia de acuerdo a las necesidades de la reproducción social. Ésta, empero, no es sólo producción de cosas útiles, sino también la reproducción de una forma históricamente particular de hombres. La reproducción social es, entonces, al mismo tiempo producción ´económica´ y ‘social’. La forma mediante la cual una determinada sociedad (totalidad) asigna las distintas cantidades y calidades del trabajo disponible hacia formas útiles para su reproducción es la relación social general que determina a dicha sociedad (modo de producción). En las sociedades precapitalistas, como se sabe, la capacidad de asignar la totalidad de la labor social, es decir, de coordinar conscientemente la capacidad de trabajo disponible, se realizaba de acuerdo a la subordinación directa de los productores a aquellos que dirigían las labores (relación social directa de dependencia). En el capitalismo, el proceso humano de producción se pone en movimiento llevando la cooperación entre sus miembros más allá de su capacidad para coordinar directamente los procesos individuales de producción como momentos del metabolismo social, de allí que éste se determina como autónomamente organizado a partir del intercambio de mercancías (mercado). La coordinación se realiza, entonces, indirectamente mediante el choque ciego de los diversos poseedores de mercancías. Teniendo esto en cuenta debemos considerar que a lo que se llama ´relación económica’ en el capitalismo no es más que la relación indirecta general entre poseedores de mercancías en el cambio. Esta forma simple, al desplegarse, va incorporando una nueva determinación. Las relaciones individuales (poseedores privados de mercancías) van tomando la forma de una suma de relaciones directas de poseedores privados concretos. Esto da origen a la forma concreta de ‘relación jurídica’ general bajo el capitalismo (contrato). Sin embargo la relación jurídica no agota sus determinaciones, ya que mientras se mantenga como una serie de relaciones fragmentadas entre privados no será nunca capaz de dar cuenta del movimiento del metabolismo social como un todo, queda unilateralizada como mera abstracción. Tanto la ‘esfera’ económica como la jurídica son dos momentos de un mismo movimiento, que muta al desplegarse en su necesidad, al superar su unilateralidad. Así, las dos personificaciones de poseedores de mercancías que configuran al movimiento de la relación social general autonomizada (capital) – fuerza de trabajo y capitalista – deben superar su forma directa fragmentada y transformar a la misma en una relación directa general. De esta forma puede verse como, partiendo de una relación indirecta general determinada por la forma de organizar el metabolismo social, la misma se realiza bajo la forma concreta de relaciones directas de clase (relaciones políticas). Lo que se llama ‘lo político’ no es más que la forma consciente (general y directa) mediante la cual se procesan las necesidades del metabolismo social que no podrían ser contenidas bajo la forma unilateral de relaciones ‘puramente’ económicas. En otras palabras: las formas fragmentadas directas (jurídico contractuales) o indirectas generales (económicas) son incapaces de encausar, por su naturaleza limitada, los fenómenos que necesariamente se expresan en la determinación general y directa (política) del movimiento total del metabolismo social. En este sentido, creo, debe pensarse la cansadora discusión dentro del marxismo acerca de la ‘autonomía’ o las sobredeterminaciones del tópico base – superestructura. No hay tal exterioridad respecto uno del otro, sino que la superestructura no es más que la forma más determinada y concreta del despliegue de la base que se realiza en aquella con mayores determinaciones. El tópico, entonces, no se refiere a dos ‘esferas’ de lo real, sino que remite al despliegue de lo real desde sus formas más simples y generales (económicas) hacia distintas necesidades que esto tiene de realizarse en formas más complejas y determinadas. Lo ‘político’ es en sí mismo una forma determinada necesaria de realizarse lo ‘económico’; no existe el uno sin el otro porque son dos momentos de un mismo movimiento sin ruptura. En este sentido, la política puede considerarse como un momento de acción general y directa que representa un momento del conjunto de relaciones indirectas (económicas) y directas dispersas (jurídicas). Ésta no es sino la manera concreta mediante la cual se procesan los distintos movimientos de lo social, esto es, por medio del choque general y directo de las dos personificaciones de mercancías que componen la relación social general materializada que organiza el metabolismo social (capitalistas y obreros). La política es, en este sentido, una de las formas concretas de la economía. Con lo dicho creo que queda claro la imposibilidad de cualquier representación de lo social a partir de ‘esferas’ exteriores, por más que se haga hincapié en las sobredeterminaciones o las independencias ‘relativas’; todas estas fórmulas presuponen grados de exterioridad que no existen en la forma real del objeto que intentan analizar. Nunca serán más que figuras imaginarias y formales. Y, al mismo tiempo podemos ver la incomprensión de la naturaleza del modo de producción capitalista que poseen quienes pretenden actuar políticamente por vías fragmentarias (jurídicas) o indirectas (económicas).
Podemos entender que la forma autonomizada que posee el movimiento de las fuerzas productivas materiales necesite realizarse, en el capitalismo, a través de la acción individual aparentemente consciente. Sin embargo, si intentamos evitar comprender la realidad sin caer en meras representaciones formales, no podemos abonar la inversión ideológica que parte de pensar diferentes grados de ‘autonomía’ en la política, el Estado, o la cultura, etc. No es más que basar el pensamiento de lo social en la naturalización de la conciencia libre de todo nexo social general que se despliega en su totalidad. Este método niega la enorme enajenación (de medios de trabajo y de capacidad de coordinación de la producción social) en la cual se fundamenta la tan mentada ‘autonomía’ del sujeto y de las ‘esferas’ de ‘lo social’.





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