La teoría del valor y precios en Marx y los austríacos
- pablosviajsk
- 11 feb 2021
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La teoría del valor es aquella que intenta determinar cuál es la sustancia que dota a los diferentes valores de uso que forman la riqueza social de una cualidad que les permita ser intercambiados en determinadas proporciones. Sobre este tema la escuela austríaca, en consonancia con sus planteos subjetivistas, abandona toda objetividad a la hora de definir dicha sustancia. Ésta no puede ser magnitud cuantitativa, sino producto del choque anárquico de acciones individuales. En principio directamente abandonan la categoría de valor para referirse a las mercancías, es decir, a aquellos bienes producidos y reproducibles por el trabajo humano con cierto grado de homogeneidad, y la cambian por el concepto más genérico de bienes económicos. Esto porque, al desligar el valor de la producción social, virtualmente toda cosa o proceso puede tener un valor para alguien, por lo que el mismo comienza a depender de magnitudes psíquicas individuales. Las condiciones para que esto suceda son dos: que sea raro, es decir escaso, y que sea útil. Ambas determinaciones son las causas que gobiernan el valor de los bienes económicos. Al respecto dice Böhm Bawerk, uno de los padres de la escuela austríaca: “No puede hablarse de producción del valor, pues el valor ni se produce ni puede producirse (…) estas cosas pueden tener valor, pero no crean el valor como algo fijo y plasmado, como algo inherente a ellas, que sale de la producción, sino que lo adquieren siempre desde fuera, por el juego de las necesidades y los medios de satisfacerlas que forman el mundo de la economía. El valor no proviene del pasado de las cosas, sino de su futuro; no emana de los talleres en que se producen las mercancías, sino de las necesidades que están llamadas a servir”[1] . Esta última frase se conecta directamente con lo antes visto acerca de la caracterización del mercado para los austríacos. Si la imposibilidad de prever los precios futuros está en la naturaleza de la acción humana, y por lo tanto, en el mercado, los precios futuros determinarán el valor de las mercancías. De esta diferencia brotará la posibilidad de la ganancia empresarial, aunque eso se tratará más a fondo luego. Otra reflexión, ligada a esta última digresión, es que la ganancia se encontraría, por decirlo así, en la naturaleza del nexo social, no como una determinada forma histórica sino como una realidad ineludible. De todos modos, para ésta corriente no es lo mismo hablar de utilidad de un bien en tanto su capacidad para satisfacer determinados impulsos psíquicos subjetivos, y su utilidad técnica como medio para producir, esto lo veremos más adelante. Por el momento retomemos la idea de Bawerk, para decir que, en los autores austríacos, las condiciones de producción son, claramente una causa necesaria para que muchos bienes económicos posean valor, pero de ninguna manera son la causa de él. En este sentido, no existe ningún elemento de la producción que sea capaz de crear valor, ni el capital, ni la tierra, ni el trabajo. Éstos son solo medios para producir determinados bienes. Si su participación, expresada en una suma determinada como costo de producción, es menor a la suma que el mercado se encuentre dispuesta a pagar de acuerdo a sus preferencias, entonces tendremos excedente, de lo contrario, pérdida. El valor de los bienes proviene desde fuera de la producción y se encuentra dado por las valoraciones que los consumidores tienen de él. De la producción al mercado y, de éste, al individuo y su búsqueda. Esa es la cadena que determina el valor. El individuo es aquel que determina todo el proceso en su búsqueda por compensar una insatisfacción. La teoría subjetiva del valor asume, en definitiva, que los precios determinados empíricamente representan aquellos que los individuos tienen la intención de pagar por su capacidad de satisfacer sus necesidades. Es decir que el precio se determina por factores que, en definitiva, son insondables. Los precios no quedan explicados más que por supuestos autoevidentes de la elección racional humana: la búsqueda del placer.
Otra característica de esta teoría del valor, que en realidad no es más que el corolario de lo dicho hasta ahora, es el hecho de que, para esta corriente de pensamiento resulta ridícula la idea mediante la cual la ley del valor expresa alguna esencia equivalente entre dos objetos. Para los economistas de esta escuela es claro que dos bienes intercambiados nunca tienen entre sí el mismo valor. Ateniéndose a la teoría subjetiva ya expuesta, llegan a la conclusión lógica de que en todo intercambio hay desigualdad debido al dispar valor atribuido al objeto por las partes que intercambian. Los individuos entran en el mismo única y exclusivamente, por que valoran menos al objeto que entregan que a aquello que reciben. Todo intento de medir el valor es vano, ya que el mismo es necesariamente una expresión de intensidad de preferencias. En este punto, basándonos en lo visto hasta ahora acerca de los fundamentos de la escuela austríaca, podemos ver que el corolario de lo expuesto hasta ahora nos lleva directamente hasta la eliminación de cualquier tipo de magnitud objetiva respecto a lo económico: “Por lo mismo que no cabe ponderar ni medir la atracción sexual, la amistad, la simpatía o el placer estético, tampoco resulta posible calcular numéricamente el valor de los bienes. Cuando alguien intercambia dos libras de mantequilla por una camisa, lo más que de dicho acto cabe predicar es que el actor —en el momento de convenir la transacción y en las específicas circunstancias de aquel instante— prefiere una camisa a dos libras de mantequilla”[2]. El valor, como principio explicativo, construido como expresión intensiva antes que extensiva, se ubica en una subjetividad cuya realidad prácticamente no explica nada acerca de los intercambios más que la forma fenoménica más inmediata a la intuición.
Por valor, de ahora en más para esta escuela, no debemos entender medida alguna que sea pasible de cálculo. Entre dos situaciones diferentes y su determinada situación valorativa sólo cabe remitirse a experiencias psíquicas de nivel personal. Solo el interesado puede apreciarlas porque son intrínsecas en él. Ni siquiera podría transferirlas a un tercero al tratar de explicar el porqué de tal o cual diferencia valorativa. En consecuencia, el precio que un individuo pagará por un bien equivale a aquello que éste estará dispuesto a renunciar para obtenerlo, y este hecho valorativo, como dijimos es tan íntimo e insondable que sólo podemos decir que eligió A y no B. El costo en el que incurre, es decir, aquello a lo que renuncia, será siempre igual al valor que el sujeto atribuye a la satisfacción que busca con esa renuncia. Aquí tenemos enunciada de otra manera aquel principio praxeológico que define la acción como el abandono de aquello que satisface menos con el fin de lograr algo que apetece más, sólo que aplicado a una sociedad basada en el reino del cálculo económico. Los austríacos, entonces derivan de los principios de toda acción humana las categorías económicas. Éstas se transmutan para expresar la búsqueda de la mayor satisfacción posible a través de los conceptos de precio, costo, pérdida, ganancia, valor, etc. Pérdida se considera a la diferencia negativa de valorización subjetiva que deja una acción en la cual se incurrió en costos para alcanzar una meta de mayor satisfacción. En caso de que la meta rinda mayor satisfacción que los costos se consideraremos que el sujeto tuvo una ganancia en tanto fenómeno psíquico. Cabe recordar que este tipo de realidades psicológicas preceden a la economía capitalista, pero con el cálculo numérico su existencia toma una forma mediante la cual el individuo puede elegir los mejores medios para satisfacer sus necesidades. Es decir, es lo más libre que puede ser en la búsqueda de su satisfacción individual.
A diferencia de lo visto hasta ahora, “en decidida oposición a Böhm, Marx ve en la ley del valor no el medio para llegar a establecer los precios, sino el medio para individualizar las leyes del movimiento de la sociedad capitalista”[3]. La formulación de la ley del valor – trabajo, tanto en sus formas abstractas como en sus determinaciones concretas, no es una receta para obtener una lista de precios sino para observar las transformaciones globales ocurridas en el modo de producción capitalista tomado en su conjunto como un capital social. En este sentido puede decir Marx que “el valor de una mercancía, en efecto, se determina por la cantidad de trabajo contenida en ella, pero esa cantidad misma está determinada socialmente. Si el tiempo de trabajo socialmente requerido para su producción se ha modificado (…) se opera un efecto retroactivo sobre la vieja mercancía, que cuenta siempre tan solo como un ejemplar individual de su género y cuyo valor en todos los casos se mide por el trabajo socialmente necesario, esto es, por el trabajo necesario bajo las condiciones sociales actuales”[4]. En la realidad de una sociedad en donde el trabajo social se encuentra atomizado, el mismo se transmuta. Debido a que el trabajo ya no es directamente social, cada parte alícuota de trabajo deja de crear solamente un contenido útil particular, sino que este valor de uso necesariamente debe antes realizar su cualidad social para existir en cuanto tal para la sociedad. De aquí que, en el capitalismo, junto al carácter concreto útil del trabajo surja un atributo social que lo acompaña bajo la forma de la relación social que asegure su incorporación al metabolismo social: su valor. Con la existencia de esta realidad los trabajos necesariamente se desdoblan en dos aspectos inseparables. Por un lado el trabajo en su condición particular concreta, como el gasto concreto y cualitativo de fuerza, mente y nervios en una producción determinada, y por el otro el trabajo en su condición social abstracta, como una parte alícuota cuantitativa del trabajo social que está llamado a integrarse luego de realizado en el metabolismo social dando sentido a la unidad inseparable del trabajo social gastado por el conjunto de la sociedad. De este proceso la mercancía obtiene su doble carácter, como valor de uso refiere a su aspecto cualitativo concreto y como valor de cambio refiere a la porción fragmentada de trabajo social necesario para producirla. Todas las mercancías de la misma especie puestas en el mercado cuentan, desde esta óptica, como un artículo único y cada pieza individual como una parte alícuota que representa la concreción material de la misma cantidad, socialmente determinada, de trabajo humano homogéneo.
Como ya tuvimos la oportunidad de ver, para el marxismo, las categorías económicas expresan un nexo social, un tipo de relación social objetiva. De esto necesariamente se desprende el hecho de que el valor sea una categoría objetiva ya que expresa una relación social necesaria. En el caso austríaco, remitirse al mercado (psiquismo) necesariamente presupone abandonar la existencia de relaciones objetivas (estables y permanentes) entre grupos sociales. El psiquismo necesariamente plantea nexos sociales de tipo contingente, no necesarios. Las relaciones sociales aparecen transmutadas como relaciones entre cosas y asumen el aspecto de cualidades objetivas accidentales. La objetividad del nexo social traducido en relaciones sociales entre las cosas posee un aspecto contradictorio: permite experimentar en su inmediatez la inversión total de las determinaciones operantes en la realidad. La ilusión de que las decisiones y actos voluntarios entre individuos determinan las relaciones sociales.
El valor es el atributo específicamente social del trabajo que, producto de las condiciones sociales de producción que caracterizan a una sociedad de productores privados indiferentes, se cosifica y autonomiza porque se realiza de forma no inmediata a través del intercambio. En definitiva, éste siempre se basa en un factor objetivamente social. Esto es por lo que la ley del valor necesariamente reposa en una magnitud objetiva (trabajo social) y no contingente (psiquismo), ya que eso presupondría que el nexo social lo es. Los trabajos individuales necesariamente son parte alícuota de una unidad mayor, el trabajo social, que determina su movimiento: el trabajo privado necesariamente tiene un carácter social que lo determina previamente. Para el marxismo, en cuanto valores todas las mercancías son cualitativamente iguales. Son encarnaciones de la misma sustancia social, del trabajo humano general. El valor es su relación social. El valor supone al trabajo social como la sustancia de todos los productos, prescindiendo por completo de sus cualidades naturales concretas. En el momento en que las cosas son portadoras de relaciones sociales, su movimiento se convierte en el espejo de esas relaciones sociales. Es el nexo social necesario que ata a todas las personas a un metabolismo con la naturaleza, su objetividad, necesidad y regularidad lo que refleja, a su vez, la objetividad del valor de cambio en las cosas. Al mismo tiempo, empero, reproduce también la forma histórica de ese nexo, es decir, la autonomización y anarquía del mismo bajo el capitalismo. El mercado es la expresión de todas estas contradicciones.
Cabe preguntarse ¿cómo afecta la determinación de la oferta y la demanda a la ley del valor? Como vimos anteriormente, cuando la realidad de la ley de valor - trabajo avanza en sus determinaciones, la misma comienza a cambiar las condiciones en las cuales se mueve. Cuando hablamos del producto global de una rama de la producción, como observamos anteriormente, podemos hablar de la identidad entre la masa de mercancías, el tiempo de trabajo socialmente necesario y la masa de precios. Sin embargo, como vimos, en las formas concretas los precios divergen de los valores trabajo. El valor social asume, bajo esta forma concreta de determinación, la forma de valor de mercado. Es decir del valor medio de la masa de mercancías, del cual los valores medios de algunas mercancías deben divergir, ya sea por encima o por debajo del mismo debido a la existencia de diferentes escalas de acumulación de capital. Esto es, de la existencia de capitales que operan consumiendo más trabajo social que el necesario en las condiciones medias, y de capitales que operan produciendo con menos trabajo que la media. Además, si la necesidad social (demanda) por esa producción es menor a la cantidad producida (oferta), entonces una enorme masa de trabajo se habrá dilapidado y el valor de las mercancías representará menor trabajo social que el que efectivamente fue consumido, al contrario si la demanda es mayor a la oferta, el valor de las mercancías representará un mayor trabajo social que el que efectivamente fue gastado en producirlas. Cualquiera sea el caso, se modifica la fijación del valor del mercado. En el caso de mayor demanda que oferta la suba de precios significará que el valor de mercado será regulado por las mercancías producidas en las peores condiciones y cuando la oferta sea demasiado grande para la demanda, la caída de precios determinará que el valor de mercado sea entonces regulado por los capitales que operan en las mejores condiciones. Estas transformaciones producidas por la forma concreta de la ley del valor parecen violar la ley misma, sin embargo este no es el caso ya que sus principios se mantienen. El predominio de la demanda sobre la oferta o viceversa no afectan al propio valor en el mercado, el cual se mueve siempre determinado por los límites que le imponen las condiciones de producción existentes. En el límite más bajo se encuentran los capitales que producen por debajo de la productividad media y en el techo aquellos que operan con las mejores condiciones de productividad. Sin embargos, ambos extremos producen de acuerdo a los límites del trabajo socialmente necesario. Que existan estos límites inferiores y superiores a lo que consideramos como trabajo socialmente necesario no habilita de ninguna manera hablar de una modificación de la ley del valor en el sentido de que el mismo termina siendo determinado de forma independiente a la cantidad de trabajo que se aplica en general en esa esfera de la producción, sino tan solo de la diversa productividad con la que una determinada cantidad de trabajo produce diversas porciones del producto total en esa misma esfera y de cómo la oferta y la demanda determinan el movimiento dentro de la ley del valor: “una parte relativamente pequeña ha sido producida bajo condiciones menos favorables que aquellas y otra bajo condiciones más favorables, de modo que el valor individual de una parte es mayor, y el de la otra es menor que el valor medio de la mayor parte de las mercancías, pero esos dos extremos se compensan (…) El valor de la masa global de mercancías es igual a la suma real de los valores de todas las mercancías individuales sumadas, tanto de aquellas que han sido producidas bajo las condiciones medias, como de aquellas que lo han sido bajo condiciones menos o más favorables. En este caso, el valor de mercado o el valor social de la masa de mercancías —el tiempo de trabajo necesariamente contenido en ellas— estarán determinados por el valor de la gran masa intermedia”[5]
[1] Böhm Bawerk, Eugen. “Capital e interés”, FCE, México, 1986. Pág. 156. [2] Von Mises, Ludwig. “La acción humana: tratado de economía”. Pág. 317. [3] Hilferding, Rudolf. “La crítica de Böhm Bawerk a Marx”. Pág. 143. [4] Marx, Carlos. “El Capital: Crítica de la economía política”, Siglo XXI, México, 2008. Tomo I vol. I. Pág. 253. [5] Marx, Carlos. “El Capital: Crítica de la economía política”, Siglo XXI, México, 2008. Tomo III Vol. VI Pág. 231.
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