Sobre las marchas
- pablosviajsk
- 13 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Lenin era alguien que entendía a las movilizaciones como una instancia que clarificaba una determinada situación política real. Que mostraba a las masas su número, su fuerza, su organización a través de la exteriorización de su peso político. Eran un medio para templar, moralizar y facilitar un desenlace que se gestaba en las relaciones de poder reales de la sociedad. Lo que supone entender toda movilización válida como algo que debe estar fundamentado en tanto producto de la construcción de bases reales de poder.
Una marcha vacía se puede armar cualquier día como actividad de aparato. De hecho la izquierda vive permanentemente haciendo esto sin obtener nada a cambio más que reproducir su propia cohesión interna a partir de actividades rituales. El problema surge cuando uno piensa en marchas que sean una manifestación de una lucha política real y no una performance de aparatos. Cuando uno pretende que esas movilizaciones expresen movimientos en las bases reales del poder de la sociedad. La marcha interviene en las relaciones políticas cuando es emergente de una lucha entre bases de poder y no una batucada a cielo abierto que se hace por deporte. Querer invertir esto y creer que es la movilización la que fundamenta esos movimientos en las bases de poder es justamente vivir un mundo del revés. Ese sustitucionismo de la política por juegos de rol es lo que lleva a la izquierda a la política de la marcha permanente, creyendo que caminar por la calle con banderas y percusión es "hacer política" o influir en la política. Creo que es claro para cualquiera que la marcha sin ningún trabajo real de acumulación de poder en la sociedad es una pérdida de tiempo que no tiene el más mínimo impacto en las relaciones de poder. Cuando organizaciones que por su incapacidad carecen de bases reales en la sociedad en la que operan quieren suplantar esta falencia con la marcha, terminan invirtiendo las determinaciones que hacen que la marcha tenga un sentido en primer lugar. Es una inversión que ve en la movilización el fundamento de las relaciones políticas, en lugar de ver a la movilización como un hecho político real cuando la misma expresa de alguna forma las relaciones de poder efectivas y funge como una exteriorización de las mismas. Ese tipo de impresionismo producto de la inversión ideológica es entendible ya que la débil y desorientada Izquierda necesita venderle a sus militantes que ella es un actor político real que puede "torcer" el destino a pesar de construir aparatos que no pueden participar de las relaciones de poder de la sociedad. Es un sustitucionismo que le sirve en su construcción de aparatos. Una señal de esto se encuentra en el hecho de que aún teniendo bases de poder real (un sindicato) la izquierda no sabe qué hacer con él por no tener una estrategia política real, como un niño que encuentra el revolver de su padre ¿De qué le sirve el control del SUTNA a un aparato que organiza su política con el eje del feminismo capitalista? Termina siendo un sello para armar plenarios mezquinos una vez al año, cuya resolución es una… MARCHA.
Por eso siempre se termina en dos posibilidades: o arrastrados a una movilización de fuerzas políticas reales para hacer bulto sin tener influencia real en el asunto o realizando pequeñas demostraciones testimoniales periódicas sin impacto político.
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